Vie 04.04.2014
las12

EL MEGáFONO

Una historia de abandonos

› Por Enrique Stola *

En Entre Ríos, los niños Hugo (5) y Rodrigo (7) fueron asesinados por su padrastro. En 2013 el jurado condenó a Víctor Alvarez a prisión perpetua por el doble homicidio, y Andrea Soledad Zapata (27), acusada por no evitar los crímenes de sus hijos, fue absuelta. La fiscalía recurrió ante el Superior Tribunal, donde insistió en acusar a la mujer. El tribunal confirmó la sentencia, afirmó que Zapata fue víctima de violencia de género y que cuando pidió ayuda a los organismos del Estado no la recibieron.

Soledad es mujer, pobre, marginal, considerada socialmente una negra, analfabeta y HIV positiva. Sólo le falta ser judía para sostener todas las discriminaciones de la sociedad blanca, concordiense y argentina. Abandonada por el Estado, que debía garantizar su escolaridad, sometida a los sistemas de creencias que jerarquizan al varón, siempre tendió a autoabastecerse y sobrevivir con actividades que la propia sociedad provee: cirujeo, prostitución, robo y mendicidad.

El analfabetismo es facilitador de cualquier conducta de dominación ejercida por un hombre. Abandonada por la seguridad social, por el Poder Judicial que entregó legalmente sus hijos a su dominador, nuevamente abandonada por el sistema de salud cuando pidió ayuda y no la recibió, reiteradamente abandonada por el Poder Judicial cuando ya detenida no se protegió su humilde vivienda, nuevamente agredida por el Poder Judicial que la detuvo y no investigó su situación de víctima de violencia. También fue discriminada por el Poder Judicial de la provincia de Entre Ríos y por el Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia, para los que no parece existir la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), de rango constitucional en Argentina.

El contexto social machista e hipócrita y su analfabetismo facilitaron su entrada, sometimiento y sostenimiento de esta trágica relación de dominación. La reacción social ante la conducta de Soledad tiene como base el prejuicio y la ignorancia que reza: “Una madre siempre debe defender a los hijos”. En sintonía resulta tragicómico leer que a Soledad se la acusó oficialmente de no ser garante de los derechos de sus niños. Mientras que ella vivía violencia sistemática, tortura cotidiana y continua durante meses, vulnerabilidad por embarazo y puerperio, con mecanismos psíquicos de sobreadaptación al sometimiento y de evitación de la violencia. El trastorno cognitivo que sufrió le impedía evaluar y dimensionar lo que iba sucediendo ante sus ojos y sobre su cuerpo, estos y otros factores produjeron un estado de parálisis, de inmovilidad psicomotriz, por lo que Soledad nada pudo hacer por sus hijos ni por sí misma.

Soledad está libre, pero con muy poca ayuda y aún sigue abandonada por la provincia de Entre Ríos.

* Médico psiquiatra y perito de Soledad Zapata.

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