Las mujeres han sido claves en la historia del cine sueco aunque, como suele suceder, eso no es sabido. Sólo sus actrices no han pasado inadvertidas, porque interpretaciones magistrales y belleza son imposibles de ignorar en cuestiones de imagen. La primera huella de ese espectro la dejaría el estilo de la gran Greta Garbo quien, junto a los directores Sjöström y Stiller, serían protagonistas de ese comienzo glorioso pero efímero, donde se produjo un cine de vanguardia admirado internacionalmente. Esas películas –y aquí la presencia femenina destaca nuevamente– tuvieron la suerte de contar con las historias fundamentales que suministró la escritora Selma Lagerlöf. Después de un período de entretenimiento fácil, la guerra obligó a que renacieran las exigencias artísticas, y luego la demanda de los festivales hizo que el cine sueco mantuviera su nivel. Hasta que, en la década del ’50, Ingmar Bergman irrumpió con Sonrisas de una noche de verano después de lo cual se mantendría en un lugar central, trabajando con maestras de la actuación como Ingrid Thulin, Liv Ullmann, Bibi Andersson y Harriet Andersson (inolvidable en Como un espejo y en Un verano con Mónica). En los ’60, gracias a una reforma que destinó más recursos al cine, surgió una nueva generación de cineastas originales (Jan Troell, Bo Widerberg, Vilgot Sjöman, Kjell Grede); pero en los años ’70 y ’80 se produciría un cambio notable con el avance de la mujer como realizadora. Ya en los ’60 la estrella Mai Zetterling, desilusionada de ser actriz, había comenzado a dirigir películas notables que se encargaron del tema de la sexualidad y del rol socio-político de la mujer. Le siguieron Gunnel Lindblom, ex actriz de Bergman, productor de sus películas Paradistorg y la interesantísima Sally y la libertad, con una mirada más sociológica que metafísica. También Marianne Ahrne, Marie-Louise De Geer Bergenstråhle, Christina Olofsson, Suzanne Osten, Maj Wechselmann y otras han dirigido con honores, aunque sus nombres no sean conocidos aquí. Astrid Lindgren, por otra parte, como escritora (la autora de Pippi medias largas) fue una presencia fuerte, ya que sus historias para niñxs fueron base de una cuarentena de películas vistas en el mundo entero. Pero, ¿cuál es el aporte femenino en el contexto actual? ¿Podremos saberlo con la exhibición de estos tres ejemplos? ¿Podrían haber sido acompañados de algunos de los antecedentes mencionados para establecer una perspectiva en un ciclo más extenso o incluyendo más ejemplos de hoy? Tres mujeres, tres propuestas y las invitadas tal vez puedan contarnos más. En primer lugar, el martes 3 de junio a las 19 se puede ver el documental El amor en tiempo de guerra (2012) de Gabriella Bier, en el que un palestino y su mujer israelí eligen el exilio en una Europa hostil. Luego de la proyección, Jasmin Avissar, bailarina y coreógrafa israelí que trabaja en Alemania y Austria, conversará con la actriz argentina Graciela Verónica Spinelli (Beirut Buenos Aires Beirut). En Comer, dormir, morir (2012), ópera prima de Gabriela Pichler, una chica de veinte años desempleada, que vive en un pequeño pueblo con su padre, quiere algo más que una vida dedicada a comer y dormir, y se adapta a la exigencia por parte del Estado sueco de movilizarse y buscar trabajo en cualquier lugar del país. Se proyecta el miércoles 4 de junio a las 19 hs, seguido por una conversación entre la productora Lotta Forsblad y la directora argentina Ana Cacopardo (Ojos que no ven). Y por último, el jueves 5 de junio a las 19, Monas (2011), de Lisa Aschan, pone en escena el juego de poder entre dos chicas adolescentes en un competitivo mundo circundante, y el diálogo será entre Mathilda Paradeiser, bailarina, actriz y cantante, y la directora argentina Wanda López Trelles (Comadres).