MUNDIAL
Con esta primera columna, damos por inaugurada una sección de cobertura atípica del Mundial de Brasil.
Esta columna va a tratar de hacerse eco de cómo la fauna del fútbol y todo su arsenal de prejuicios y conceptos se planta ante nosotrxs e irrumpe en nuestra vida cotidiana durante un poco más de un mes. Vale aclarar también que está todo bien con el fútbol como juego, como deporte. Pero no como formador de un discurso unánime, ese que explicita que los hombres son una suerte de fanáticos auténticos, exponentes de la “pasión” y del nacionalismo que trae aparejada la Selección, y las mujeres unas resignadas a no entender nada, a no poder opinar sobre el tema, o peor, relegadas a clavarse los partidos aunque no les interesen realmente, sólo para “hacerle el aguante” a su compañero. Nada más lejos de eso. Y si bien hoy hay más mujeres en las transmisiones y análisis de los eventos deportivos, verdaderas profesionales con opiniones formadas sobre el tema, cuesta creer que la platea masculina no las escuche con prejuicio o recelo. O que crea que ellas son bombas sexuales puestas ahí para hacer presencia, como pasa efectivamente en muchos canales deportivos de cable que parecieran tener que cumplir con cierto “cupo femenino” en las pantallas y optar por modelitos. ¿Qué decir de Alina Moine, la conductora, junto al impasible Alejandro Apo, del programa Fútbol permitido? Su caso es extraño, porque no se sabe si usa minifaldas para ganarse la atención de los hombres y hablar resueltamente de fútbol, que es lo que le interesa, o si, por el contrario, disfruta de los ratones que genera en su rol sexy, y aprovecha la volada para hacer publicidades de ropa interior... con una pelota.
Muchísima tela para cortar hay en las publicidades, de las que nos ocuparemos hoy, que invaden cada corte apuntalando los lugares comunes más aburridos y visitados. Como si hubiera un decálogo de máximas entre los creativos publicitarios, la mayoría explota los mismos recursos y cada una tiene una voz en off que nos recuerda el “sentimiento” a través de algún relato desmedido (esa voz siempre es masculina), una seguidilla de imágenes con la bandera argentina (de la Antártida a La Quiaca porque es un “sentimiento que nos une”), una bajada de línea respecto de la importancia de la transmisión generacional de la pasión (por línea paterna, del abuelo al padre, y del padre al nieto: los tres juntos miran fútbol en la tele), algún grito de gol, efusivo, exagerado, una ocasional comparación entre Messi y Dios, y muy pero muy poca presencia femenina, generalmente relegada al lado de los hombres, o haciendo bulto entre los espectadores de un partido. Pero vale la pena llamar la atención sobre la publicidad de Coca-Cola (siempre con su épica ampulosa, llena de golpes bajos) porque acá hay más mujeres presentes que en la media de los otros anuncios, ya que la idea es comparar nada menos que “la vida” con un partido de Argentina. Y bueno, los publicistas no pueden negar que las mujeres tienen un rol muy importante en la vida, ¿no? De hecho, el anuncio comienza con un parto: la mujer, sudada, emocionada, mira a su hijo recién nacido, mientras el locutor dice que empezar a vivir es “salir a la cancha”. Llamativamente, la publicidad de Fibertel (la gráfica) insiste también sobre el tópico del parto, pero para poner al hombre en el rol del que debe alentar... Lo raro es que el eslogan dice “Nosotros dejamos todo”, y en la foto hay una mujer pujando, y un hombre, muy tranquilo, tomándola de la mano. ¿No debería decir “Nosotras”? Los que sí parecen haberse tomado muy a pecho (literalmente) el tema de la maternidad y el Mundial son los de la publicidad de La Serenísima. Más golpes bajos, esta vez en los testimonios de las madres de los jugadores argentinos, señoras que “dejaron la vida” para que sus hijos “cumplieran sus sueños”, entendiendo por “dejar la vida” llevarlos a los entrenamientos, prepararles mamaderas (nada de tetas, es una propaganda de leche), y alentándolos a cambio de ese cariño tan especial de los hijos varones por “la vieja”. Aunque esos hijos sean Messi, Agüero, Gago, Di María, y sus madres sean de distintas clases sociales, todas parecen admirarlos, y sentirse al mismo tiempo partícipes y subestimadas... Y esto recién empieza. Continuará.
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