EL MEGáFONO
› Por Susana Rinaldi *
Un periodista televisivo me invitó a dialogar, entre otras situaciones, por la violencia que pareciera haberse desatado entre la ciudadanía, aparentemente sin miras de detener su furia de unos contra otros. Reconozco que medí la respuesta, y ahora creo que hice mal. Debí haber respondido con la misma rapidez que me caracteriza cuando estoy segura de interpretar una realidad que nos preocupa más de la cuenta, y para la cual creo no equivocarme. Los años que llevo vividos y mi memoria avalan lo que digo.
Pienso que la violencia contra la ciudadanía toda se generó hace muchos años. Fue esa violencia que hasta hace muy poco estuvo negada a la memoria colectiva. Y que precisamente promovió un Estado que llamándose todavía democrático tenía un representante como José López Rega, quien dijo – entre otras barbaridades– que en Argentina teníamos suficiente quebracho de buena calidad para darles como maza a los que aún tuvieran “la cabeza dura”. Fue ese mismo Estado el que, poco después, desembocó su artillería en el golpe que bajo la consigna de liberarnos de un gobierno caótico promovió los crímenes de lesa humanidad más brutales de nuestra historia.
Hablar de violencia hoy tratando indisimuladamente de esquivar el bulto a la memoria de persecutorias a mansalva, justicia perimida y derechos anulados, es olvidar dónde comenzó el acostumbramiento a la maldad y no poder recuperar, hasta ahora, el derecho del otro a pensar diferente.
Aunque nos duela, debemos admitir (generalizando) que todavía no aceptamos de buen grado que nos contradigan. La mujer argentina es una campeona sufriente en este tema. Las cifras cuentan, por ejemplo, sobre mujeres asesinadas el año pasado: una cada día por medio. Esa estadística da cuenta, mejor que nada, de un drama de género quizá desatendido.
Sin embargo, sigue existiendo una fórmula periodística que pretende solapadamente evidenciar que la violencia es producto de una instancia actual “naturalmente promovida desde este gobierno”. ¿Es que acaso no ha sido la imagen de violencia más alta la que dio el periodista Jorge Lanata en la entrega de los Martín Fierro, apareciendo con un bidón de nafta amenazándonos con convertirse en bonzo delante de nosotros? Más allá de los deseos de muchos, la imagen grosera, torpe y, naturalmente, mediática, da ejemplo de las distintas procedencias de la violencia en nuestro país.
¿Hasta cuándo sufriremos esta realidad que, por lo visto, ni siquiera los anunciantes, en cada uno de esos programas, tienen la gentileza de disimular?
* Diputada porteña y artista del Frente Progresista Popular.
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