Son las camas por un rato en donde el placer puede alquilarse y no necesita casa propia. Pero en los hoteles alojamiento no todo es goce. Por el contrario, las trabajadoras –que representan el 90 por ciento del total de los empleados/as– presentaron una carta al sector que agrupa a los que cobran por un rato de cama para que respeten las condiciones laborales, ya que hoy por hoy las encargadas de la atención y la limpieza sufren el impuesto al género –por lo que ganan menos que sus pares varones–, acoso sexual, violencia laboral y violación a sus condiciones mínimas de seguridad.

Las encargadas de la higiene de los hoteles necesitan indumentaria adecuada y guantes que las protejan para no pincharse con agujas o vidrios que suelen aparecer entre las sábanas y que pueden aparejarles diversos problemas de salud. La precarización que sufren va desde la falta de pago de horas extras hasta la falta de cumplimiento de las normas de seguridad.

Tanto Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA, como Rosa Ruben, secretaria adjunta del Sindicato de Empleados de Albergues Transitorios (SEAT), reclaman ante la cámara empresaria que se implemente una mesa de diálogo que dé mayor tiempo a la limpieza de habitaciones –sin tanto apuro para poder cobrar los turnos– para poder separar los residuos con guantes y zapatos adecuados.

Por otro lado, un albergue transitorio fue el escenario que develó los riesgos de la clandestinidad del aborto en la Argentina. Una mujer de 36 años murió desangrada en la habitación 323 del hotel alojamiento Centenera, en La Matanza. Ella no quería tener sexo, sino interrumpir un embarazo, y como no podía ir ni a su casa ni al hospital fue hasta un telo. Tomó dos pastillas, en la soledad del desamparo médico, y falleció por una hemorragia. El hombre que la acompañaba fue detenido y dijo que era su amigo y contó que la víctima decidió ir a un hotel para estar tranquila y tener una cama –la que le negaron los hospitales públicos– donde acostarse.