Vie 05.12.2014
las12

ENTREVISTA

Adorables palomitas

Sí, el año escolar termina, pero a no ilusionarse, es sólo pasajero. Las vacaciones pasarán volando, igual que las vacantes en las escuelas soñadas y más temprano que tarde –aunque una siempre llegue tarde– habrá que volver a lidiar con todo eso que se deposita en una escuela junto con nuestros hijos e hijas. Pero a no temer, que llegó la Guía (inútil) para madres primerizas 3, la batalla escolar, de Ingrid Beck y Paula Rodríguez –hacedoras, con otros, de la revista Barcelona–, que no solucionarán todos los problemas pero al menos los socializan con humor.

› Por Luciana Peker

–¿Y cómo vas a hacer con la tarea si no estás nunca?

–Contraté a una madre suplente.

Esa es una de las respuestas para neutralizar frases inoportunas que proponen las periodistas Ingrid Beck y Paula Rodríguez en el libro Guía (inútil) para madres primerizas 3, la batalla escolar, de Editorial Sudamericana. Si una madre ya superó todos los intentos de acampar en la pieza con el bebé para que se duerma (y que no sólo la despierte igual sino que la convide con un festival de patadas saga Karate Kid), si ya se destetó de la culpa por no dar la teta o de los señalamientos por exhibiciones obscenas con el Increíble Hulk prendido de los pechos y si la criatura entendió que enchufes, cuchillos y filos de balcones no son amigos de la infancia todavía falta. ¡Falta la escuela! Ahí no sólo van a aprender, a jugar, a forjarse un futuro o a esperar a que sus cuidadores fichen la salida del trabajo. En el colegio también van a encontrarse con compañeritos que los sacudirán por no haber metido un gol (como le enseñaron en el resultadista modus operandi del fútbol infantil) y con compañeritas que moverán su cintura al rito de los mandatos de canibalismo femenino inculpándolas de haber jugado dos segundos antes con otra amiga. Pero lo peor, o lo grave, o lo más difícil de digerir es el alto tribunal de madres que nunca dejan de tener un motivo para juzgar a otra madre. Porque no reta a sus hijos o porque los reta mucho, porque no revisa el cuaderno o porque se pone muy exigente con la ortografía que la maestra dijo que le dege pazar al pive, porque su cría va a terminar paquera de tan descontrolada o porque no lo deja hacer plan si la agarra como una emboscada en la puerta del colegio para mandarla de vuelta a casa con las manos vacías y el paquetito todavía circulando por la ciudad como una dinamita que nunca deja de titilar de demandas.

Pero no hay una escuela sino muchas escuelas. Y en ese laberinto de dudas de cuál problema es mejor tener y cuál solución es mejor priorizar –entre las soluciones que nunca se van a encontrar y los problemas que nunca van a surgir– aparecen las dudas. ¿Ser o no ser en esa escuela? A veces, incluso, en el mejor de los casos, se tiene la bondad de pensar: ¿Mi hijo/a será para esa escuela o la escuela no será para él o ella?

El libro es un antimanual porque no dice lo que hay que hacer, sino que ayuda a desinflar las presiones de los efectos colaterales de cualquier decisión. “Hacé lo que puedas”, descongestiona Ingrid como único dardo de consejo. La gran arma para confabular, zafar de los malos momentos y disfrutar del revoltijo de emociones que trae la montaña rusa de la maternidad es el humor. Y del ácido. Por algo ella es la directora de la revista Barcelona. Pero también hay información periodística real e investigación sobre las diferentes modalidades y propuestas educativas (públicas, privadas, baratas, caras, progres, clásicas, exigentes, comprensivas, antiguas, modernas) pero todas tomadas con cierta sorna. Ella vuelca su experiencia con Simón (12) y Miguel (5), que se pelean como un coro de fondo (del que no se puede echar la culpa sólo a la escuela, que es una gran excusa para tener a quién culpar por todo) mientras escribe. También es conductora de Con todo al aire y Radio Barcelona en la 1110, la radio pública de la Ciudad de Buenos Aires, aunque ya le anunciaron que no sigue en la temporada 2015. Aunque sí se la va a poder seguir escuchando en Dady man, con Dady Brieva, en Radio América.

Entre Paula e Ingrid conforman un dúo dinámico que viene de La Maga, que sigue en Barcelona –donde Paula es editora y también partícipe de la versión radial–, que escribió a cuatro manos Guía inútil para madres primerizas (en versión uno y dos) y que ahora forja la nueva escuela TEA ARTE en las que ambas son directoras. Paula, también, es mamá de León (10) y escribió el blog Madre botinera. Además hizo antológica la consigna de seguir escribiendo sobre el tsunami maternal “hasta que nuestros hijos nos hagan juicio”. Apuesta por la profundización y dice que hasta “Guía (inútil) para abuelas primerizas” no paran.

Por ahora enseñan a defenderse de las suegras, con un tutorial de un diálogo ameno:

–Y la comida, ¿no le llega fría en esa vianda?

–Sí, de hecho, le mando pedacitos de Walt Disney.

Hay un boom de libros sobre el parto, los primeros meses y la teta, pero después se escribe mucho menos sobre la crianza en la infancia avanzada. ¿Las madres a partir de los seis años ya no quieren escuchar que les digan más nada?

Paula: Es verdad que no hay mucho manual. Pero es una crisis familiar el comienzo de la escuela y la ilusión sobre una elección correcta o ideal. No sé por qué no hay literatura.

Ingrid: Yo tengo una hipótesis sin asidero científico. La maternidad te arrasa. No te das mucho tiempo para reflexionar sobre lo que estás haciendo. No sé si no querés pensar, pero todo el tiempo vivís cosas nuevas y te topás con desafíos nuevos y tenés que patear para adelante. La escolaridad y el pibe en crecimiento son tan intensos que es muy difícil pararse a pensar o a leer al respecto. Y es verdad que no tenés ganas de leer una literatura que te diga que no estás haciendo bien las cosas. A mí uno de los capítulos que más me gusta del libro es “La pifiamos”, sobre la posibilidad de cambiar de escuela, que es una decisión muy difícil, todavía más difícil que la primera elección, porque es pensar que te equivocaste...

Paula: Y que hiciste sufrir a tu hijo con la decisión errada.

Ingrid: Fue muy liberador escribir eso porque puede ser que la hayas pifiado pero como la vas pifiando todo el tiempo. Es ensayo y error la maternidad. No hay un camino. Si estás mirando al pibe y te das cuenta de que no es feliz se puede cambiar.

Paula: En la primera nota con Las/12 (“Atacarás con humor”, del 19 de abril del 2007) decíamos que la maternidad es un campo de batalla ideológico. La escuela es absolutamente ideológica. Pero a veces lo ideal para vos no es lo ideal para tu hijo. Yo conozco minas que batallaron por la escuela pública en barrios en donde no les dio porque el pibe no tuvo ni un amigo, ni un cumpleaños.

Ingrid: Yo conozco casos de gente que, por el contrario, anotó a su hijo en colegios de excelencia académica en barrios caros y él la pasaba mal. Pero los padres exigían que lo rematricularan aunque el colegio no quería. Esas son las expectativas del adulto.

¿Hay mucha brecha entre la expectativa y la realidad?

Paula: Una hace una construcción de una escuela buena, eficiente, ideológicamente potable. Pero después descubrís que una escuela pública puede no ser democrática porque depende del director, y la escuela parroquial que te parecía chupacirios y es en la que caíste porque tuviste que cambiar cuatro veces tenía características que vos no pensabas.

¿El permiso de poder pifiar es central para otros lugares de la maternidad?

Ingrid: Nuestra propia batalla es liberarnos de culpa a nosotras y a las lectoras. El único consejo que damos es “hacé lo que puedas”. Es lo único prescriptivo en los tres libros. El resto es desarmar los consejos de los otros. Yo igual no me libero de la culpa, pero la idea de poder pensar todo el tiempo, ver que te equivocaste y darte cuenta de que el pibe es un ser humano y que no todo depende de vos es importante. También está la omnipotencia de pensar que vos sos la responsable de todo lo que le pasa al pibe. No. El pibe tiene amigos, se lleva bien o mal, se relaciona de un modo u otro y no tiene que ver con lo que nosotras queremos que hagan o los abuelos.

¿La puerta de la escuela no es la peor de las conspiraciones contra “hacé lo que puedas” cuando te topás con las madres mochileras que cargan siempre la mochila, las que llevan a inglés los cinco días a la semana o las que siempre tienen una vianda saludable?

Paula: A mí lo que me pasa con la puerta de la escuela es que siento que la gente es muy salvaje con los chicos. Nosotras hablamos de permitirnos errar. Pero a los pibes no se les permite. Los comentarios sobre cómo es el hijo de otra y sobre tal que se robó algo, que no se adapta o que es un jodido son terribles. Vos decís: “Che, pero es un chico”. Tal vez estás preocupada porque uno bardea a tu hijo. Pero la puerta es una reproducción del miedo a que el chico encaje o no encaje. Es el primer lugar donde tienen que encajar y de ahí en adelante tiene que encajar toda su vida en andá a saber qué: el sistema, el laburo..., entonces cómo sacan las garras las madres y los padres es lo que más me impresiona.

¿Es un bullying de madres y padres hacia los chicos?

Paula: Para mí sí. Los comentarios que vos escuchás son tan impiadosos como el maltrato hacia un chico de parte de sus compañeros.

Ingrid: Hicimos un capítulo de bullying tratando de recopilar opiniones de expertos y la problematización tiene que ver con una falta de reacción de las autoridades escolares, que están medio perdidas, sumado a un temor de madres y padres de ver bullying donde no la hay, como que hagan una fiesta y no inviten a su hijo. Y también que la autoridad adulta desaparece. Si entre varios acosan a uno es que un adulto no intervino porque si no eso no pasa. También es esencial escuchar a los chicos. A mí me pasó que mi hijo mayor tuvo problemas con unos chicos que lo hostigaban y yo tenía ganas de ir a cagarlos a piñas a los pibes, a los padres, a todos, y me senté a hablar con él y le pregunté: “¿Querés que hable? ¿Querés que intervenga?” y me dijo: “No, mamá”. El resolvió por su cuenta la situación con nuevos amigos y cuando se puso un poco más heavy fuimos a hablar con la maestra. Pero escuchamos su necesidad, porque si era por mí llamaba por teléfono al padre del nene que más lo jodía. Pero exponerlo podía ser contraproducente.

¿Y qué pasa con la comparación en el pavoneo de otras madres full life?

Ingrid: Yo siempre me siento la peor de todas porque voy poco, porque no conozco el nombre de los nenes, porque no reconozco a las otras madres. A veces les llevo la mochila, pero nunca estoy todo lo que debería..., que no sé cuánto es.

Paula: Yo no me entero de todo lo que hay que hacer. Pero la escuela la está haciendo el hijo, no la madre. Si él se cuelga y tiene que llevar un mapa el que tiene que saber es él, no yo.

En la primera etapa de la salida profesional femenina había una demanda a las escuelas para que no exigieran tanta presencia a las madres. Pero ahora parecería que se potenció el reclamo a las mujeres y se exigen que estén en la clase abierta número 17 de computación o el taller de ensayos científicos un jueves a las 14.15. ¿Subió la demanda de la escuela?

Ingrid: Sí, hay una demanda multitasking absoluta.

Paula: No es sólo la escuela. Tenés que ser buena madre y profesional exitosa. Dejar al hijo con una niñera y darle puré Chef ya no es el modelo.

Ingrid: Ahora tenés que ser exitosa profesional y hacerle la milanesa casera porque si lleva patitas todos los días ¡te imaginás!..

Paula: Y tenés que estar informada y debatir sobre si los lácteos y las vacunas sí o no...

Ingrid: Hay talleres de movimiento en horarios terribles y hay madres profesionales que hacen faltar a sus hijos porque no pueden ir y como no los van a dejar solos se pierden un día de escuela. La sociedad te exige que seas buena en todo.

¿La escuela obligatoria, ahora a partir de los cuatro años, genera que las decisiones íntimas, como si hacés colecho o no, se amplifiquen en un escenario público?

Ingrid: Eso empieza con el embarazo y no termina nunca.

Paula: Pero con la escuela hay toda una institución mirando. La escuela viene con cosas masticadas y te dice que tenés que participar.

¿Son de las que prefieren la época del año escolar para que los chicos y chicas no estén todo el día en la casa o que terminen las clases para dejar de rendir los exámenes diarios de las obligaciones escolares?

Ingrid: Me resulta exigente la cotidianidad de tener que preparar todos los días la vianda y la logística de llevar y traer, pero también es verdad que están varias horas ocupados porque yo no estoy todo el día en casa y si estuviera tampoco estaría jugando porque me hincha las bolas y me aburre jugar con los niños. No me gusta que estén todo el tiempo ocupados, pero también hay que aguantarlos.

Paula: Para mí sí es un alivio. Me gusta que pueda levantarse tarde, jugar a la play y todo lo que dicen que está mal. La idea de la productividad es muy jodida con los pibes. Ahora dicen “se la pasa...”, pero es muy poco tiempo el que están haciendo pelotudeces.

¿Pero cómo te sacás el peso de pensar en una escuela que incida en si tu hijo o hija va a ser astronauta o vendedor de autos usados como ustedes se burlan en el libro?

Ingrid: ¡Ese es el peso que tiene la decisión!

Paula: Cuando elegís escuela empezás a elegir el andarivel en el que querés que ande, incluso con las mejores intenciones y sin ser un carcamán que quiere que sea contador.

Ingrid: Pensás en el andarivel que sea feliz. No le exigís nada al pibe: ¡Que sea feliz! La idea cuando lo anotás en una escuela es que esté buena y él la pase bien. Pero no le podés ahorrar sufrimientos en ningún lado. Le van a tomar un examen o se va a pelear con un amigo o le van a pasar cosas. Las caídas son fuertes porque las ilusiones también son grandes.

Paula: Por eso este libro vuelve a la violencia del primero. Es más punk.

¿Qué es una mirada punk sobre la maternidad?

Paula: Ponerse crítico sobre... la oscura sociedad capitalista (risas) que nos domina. Es una sociedad de mierda y la escuela no es hermosa como suponemos. No. Es el lugar que tiene la sociedad para empezar a filtrar pibes y ponerlos en el casillero que les corresponde, aunque a nosotros nos encante que traigan los cuadernos. Si lo mirás desde un lugar anarquista es una mierda. Pero es un libro sobre un menú de escuelas porque hay muchas opciones. Ahora se elige.

¿No existe ni el príncipe azul ni la escuela perfecta?

Ingrid: No, son todos sapos.

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