Vie 06.03.2015
las12

DÍA DE LA VISIBILIDAD LÉSBICA

Hacer agua

Andrea Rivas y Sabrina Calabrese se casaron y tuvieron una hija: Francesca. Volvieron de las vacaciones entusiasmadas con llevar a su beba a natación. Pero se toparon con que no dejaban que ambas compartieran la pileta por ser dos madres y no una, a usanza del molde clásico. El argumento de la discriminación es que el medio acuático podía hacerle daño a la niña por ser fruto de lesbianas. Pasado el estupor inicial, están a punto de iniciar una demanda legal y ante el Inadi para que no sólo se pueda nacer de un matrimonio igualitario, sino crecer en igualdad, y sin obstáculos.

› Por Luciana Peker

Hace veintidós meses que Francesca llegó al mundo, fruto del amor de Andrea Rivas y Sabrina Calabrese. Andrea tiene 42 años y es abogada. Sabrina tiene 26 años, trabaja en una petrolera y también estudia derecho. Son dos mujeres distintas, pero las dos comparten con equidad y sin roles fijos, el lugar de mamás. Francesca puede tomar la mamadera con Sabrina y dormirse con Andrea. O al revés. Porque la niña toma por suyos los cuerpos que la cobijan. Francesca tiene dos madres. Y son ellas dos quienes deciden luchar para que Francesca, nacida bajo el umbral de nuevos y consagrados derechos, también pueda crecer sin un milímetro menos de cielo, agua y tierra para descubrir la vida.

Francesca nadó en el sur, entre aguas de Bariloche, San Martín de los Andes y Villa La Angostura, en piletas y lagos. Se animó a bajar la cabeza sin miedo, a no controlar el aire, se divirtió al subir, se tiró sin el miedo a caer sobre durezas, se rió de ese juego interminable que permite el chapoteo. A la vuelta del recreo sin gravedad ni impermeables, que libera el tiempo sin prisa de enero, sus mamás quisieron extenderle un cachito de la libertad de las vacaciones. El 28 de enero intentaron inscribirla en la Primera Escuela Argentina de Natación para Bebés. Pero se encontraron con una barrera inconcebible. Les dijeron que Francesca no podía hacer natación para bebés porque era hija de dos madres. Y, en todo caso, sólo se podía meter al agua la madre biológica. El caso muestra una forma de discriminación que apunta, por sobre la sexualidad, a la maternidad compartida. El mayor problema no son dos mujeres que son pareja sino dos madres ejerciendo de madres y cuestionando la división de roles y la inequidad en el peso –aun con la liviandad o la alegría del agua– de criar.

Francesca se va a calzar la malla en otra pileta. Sus rulos ensortijados conocerán la magia de quedar lisos por el agua y sus pies aprenderán a desatar el rito aggiornado que educa sirenitas con los pies atados. Francesca no se va a perder de abrir los ojos sin fondo, ni de volar por el aire entre cuatro brazos que la esperan. Pero no se trata de encontrar qué pileta la admita, sino de no dejar que ninguna escuela de natación pueda seguir ofertando un método que incluye la discriminación por familia diversa.

“Los derechos de Francesca tienen que ser respetados y que nadie se los pueda avasallar. Le queremos dejar el mensaje de que no vamos a bajar los brazos hasta que los derechos sean respetados para ella y todos los otros chicos que sufrieron situaciones similares”, subraya Sabrina. Y Andrea también le habla no sólo de su presente, sino de su futuro y de futuros plurales: “Es importante que tenga bien claro que la constitución de su familia es totalmente válida y que ella esté orgullosa de pertenecer a esta familia donde es amada. Sabemos que se va a tener que enfrentar a situaciones diferentes. Pero tiene que estar contenta de su conformación familiar y contar con esos valores desde chiquita”.

Francesca tiene menos de dos años. Nació el 16 de abril de 2013. Pero su historia comenzó mucho antes. Andrea Rivas y Sabrina Calabrese se conocieron en una fiesta hace ocho años. Se fueron a vivir juntas. Y se casaron el 24 de junio del 2011. La luna de miel las encontró sin poder respirar del susto por las convulsiones de Sabrina en medio de un recital de Daniela Mercury, en Bahía, Brasil. Andrea ya había tomado un curso de primeros auxilios en la Cruz Roja y mientras intentaba conseguir un taxi frenaba a la gente que quería intervenir. Pero el miedo todavía la espanta. “En un momento pensé que Sabrina estaba muerta”, recuerda. Y el recuerdo tiene permiso, también, para volverse cómplicemente risa. “En la luna de miel creí que me quedaba viuda”, ironiza.

Sabrina tiene una malformación en los vasos sanguíneos que le disparó un coágulo en la cabeza y le generó un ACV y convulsiones. Los obstáculos las volvieron más unidas. Y apuntaron su decisión de ser madres. “Cuando pasa una cosa así te cambia todo. Esa situación tan peligrosa afianzó nuestra pareja. Te hace replantear qué proyecto de vida querés”, cuenta Andrea. Y asiente Sabrina, que todavía tiene secuelas en la sensibilidad del brazo: “Fue una reafirmación para saber que queríamos estar juntas”. Los problemas en la salud de Sabrina las hicieron decidir que el embarazo, producto de inseminación artificial con un donante anónimo, lo portara Andrea. No fue sólo un deseo. Hicieron seis intentos con dos profesionales distintos. “Lo vivimos como algo lindo”, dice Sabrina y Andrea asiente: “No era traumático, para nada”. Las palabras pasan de una boca a la otra sin trabas. La conversación fluye y Francesca también. No chilla cuando pasa del cuerpo de una al cuerpo de la otra. Se acomoda en el regazo y aplasta sus mejillas contra el pecho para hacer una siesta de colecho parlante.

¿Siempre pensaron en casarse?

Andrea: Hace mucho tiempo era impensable pensar que iba a salir una ley como la que salió. Era un deseo. Pero cuando salió la ley sí porque ya teníamos el proyecto de ser mamás.

¿En algún momento del noviazgo, el casamiento y el embarazo sufrieron prejuicios?

Sabrina: Tuvimos un montón de apoyo siempre. Los que nunca estuvieron de acuerdo nunca estuvieron y ahí estarán.

A: Los profesionales no están preparados todavía. Están automatizados. Me iba a hacer un estudio y me decían: “¿Y qué dice el papá?”. Yo les contestaba: “No tiene papá, tiene dos mamás”. En el curso de preparto había chicas solas y te decían “que el papá toque la panza”. Sienten que es un logro que integraron al hombre y eso ha quedado muy atrás: de pronto tenés tantas diversidades familiares.

S: Hay que adecuar la atención a la diversidad familiar.

Los ojos de Francesca caen, como si las palabras intercambiadas de sus madres fueran una canción de cuna que no hace falta tararear. Las pestañas se cierran sólo con el arrullo del diálogo. El cuerpo sueña entre las piernas que contienen su descanso.

¿Cómo vivieron el parto?

S: Yo estuve presente y me llevaron a que la pesara a Francesca.

A: Yo recuerdo que, en un momento, en el Otamendi, le dijeron al médico: “¿Le avisaron al médico quién es?”. Podrían ser más discretos (risas), pero es más por falta de capacitación, no por un problema de exclusión. Es importante que nuestras familias se visibilicen.

¿Cómo fue la llegada de Francesca a su vida?

A: Es muy social, es muy alegre, disfruta mucho de todo lo que hace y es muy dulce. Nos repartimos con los horarios laborales y mi mamá nos ayuda mucho. Para nosotras es muy importante que no la cuide nadie fuera del grupo familiar. Nos equilibramos las tareas del cuidado de ella para que no nos genere problemas en el trabajo o con las obligaciones.

¿Sienten que hay más equidad que en el conflicto clásico de parejas heterosexuales?

A: No tenemos experiencia... (risas).

S: Pero comparado con otras parejas que nos cuentan, nos repartimos bastante bien.

¿En el jardín nunca tuvieron dificultades?

A: Cero total. Ni en el jardín (El Gato Garabato), ni en el grupo de madres y padres. Incluso cuando nos pasó esto se solidarizaron un montón.

¿Tienen una estrategia de presentación de su familia?

A: No nos presentamos. Usamos el nosotras pero de un modo muy natural. Hablamos en pareja cómo íbamos a encarar a un médico o las entrevistas por jardines y decidimos hacerlo de manera natural.

¿Cómo surgió la idea de inscribir a Francesca en natación?

A: Se sentía muy cómoda en el medio acuático y sin ningún miedo.

Por eso, a la vuelta de las vacaciones, el miércoles 28 de enero, se me ocurrió llamar por teléfono a la Primera Escuela Argentina de Natación para Bebés. Y, si bien cuando tenés un proyecto familiar así siempre tenés un miedo muy grande a que discriminen a tu bebé y que le hagan algo por tener dos mamás, nunca pensamos vivir una situación tan brutal.

¿Qué les dijeron?

A: El 28 de enero hablé con Patricia Cirigliano, la directora de la escuela. Ella me dijo: “A las primeras cuatro clases tenés que venir vos y a la quinta puede venir el papá”. Yo le dije: “Somos dos mamás”. Y ella me preguntó: “¿Cómo dos mamás?”. Le volví a responder: “Sí, somos dos mamás”. Y ella me contestó: “Estamos fritos. Nuestro método está basado en una pareja tradicional de padre y madre”. Le dije que eso era discriminación. Y me dijo: “No es una discriminación, porque lo lógico es que los chicos tengan papá y mamá y el problema es el medio, porque estás poniendo al bebé en un medio similar al intrauterino y le podés generar un daño en las circunstancias de tu bebé”. Le dije que lo que estaba diciendo era una barbaridad y que la iba a denunciar y me contestó que hiciera lo que quisiera, que ya estaba en el Inadi.

¿Cómo las afectó la discriminación?

A: Con todas las leyes y avances pasar por una cosa así fue fuerte. No pensé que iba a vivir algo de esta brutalidad y menos con nuestra beba. Yo tuve experiencias de discriminación, pero hace muchos años, cuando no había ninguna protección. En un estudio jurídico donde trabajaba, cuando me iba a calentar la comida me decían “seguro que se va a calentar la tortilla” y una abogada, en el medio de la discusión por la ley de matrimonio igualitario, pasó por al lado de mi escritorio y dijo “a los homosexuales hay que matarlos a todos” dirigido a mí. Pero creí que había una evolución social y no pensé que Francesca iba a sufrir esta discriminación. Me quedé violentada. Con bronca y mucho dolor porque no me entra en la cabeza que alguien pueda excluir a una beba de un aprendizaje de lo que sea por cómo está conformada su familia. Es algo medieval. Sentí mucha impotencia y, después, lo puse en Facebook. Se hizo viral en poco tiempo.

¿Cuál fue la reacción?

–Muchísimas personas y asociaciones nos apoyaron. También María Rachid (legisladora porteña) me dejó un mensaje y acordó una reunión con la escuela. Yo quería ver si había buena leche, pero tuvimos un encuentro, de más de tres horas, que fue terrible, con la hermana de Patricia, Norma Cirigliano, que es la representante legal de la Escuela; María Rachid; José Machain (consejero por la Legislatura en el Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires); Sabrina; la beba –porque no teníamos dónde dejarla– y yo. Cirigliano no quería que estuviéramos nosotras presentes.

¿Cómo miraba Cirigliano a la beba a la que no dejaban tomar clases de natación?

A: Tenía mucha reticencia. Nos ignoró mucho. Tomaba como interlocutora válida a María y a nosotras nos tomaba como la chusma. Sorprendentemente, nos explicó una diferencia entre matronatación y natación para bebés. Ella dijo: “A vos se te ocurrió justo que haga matronatación y no natación para bebés”. Y nos dijo en la cara, y con la beba, que ella sí protegía la vida de Francesca.

¿Cuál sería la fórmula de la matronatación para que no la pueda practicar una hija de dos mamás?

A: Ella dijo que estaba basado en roles físicos y de género, por supuesto, totalmente arcaicos. Nos preguntó: “A ver. ¿de ustedes cuál es la mamá y cuál el papá?”. Y nos dijo que Sabrina cumplía el rol de madre (porque en ese momento le dio una mamadera a Francesca y era la alimentante) y yo el rol de padre entendiendo, por otra parte, que un padre, no puede dar la mamadera. Le explicamos que somos dos mamás. Ella nos decía que le vamos a dar mensajes de confusión en el agua y que eso la iba a dañar psicológicamente y que no había un estudio para demostrar que si una hija de dos mamás tomaba clases de matronación no fuera a tener daños. La discriminación es clara.

S: Un hombre viudo o que adoptó a un hijo solo no podría ir tampoco. Ella explicaba que el medio del agua es similar a cuando los bebés están en el útero y, por eso, la experiencia es sólo limitada a una madre biológica, para que el bebé se sienta como en el útero y eso genere una ventana de oportunidad de aprendizaje.

¿La Escuela ya tenía otras denuncias?

A: Ella dijo que ya estaba en el Inadi y una chica, que se ofreció como testigo, me contó que hace catorce años también le dijeron que dos mamás no podían ir. Pero, como era otro momento, ellas cedieron a que fuera sólo la madre biológica. No es que nosotras dos queremos estar juntas en la pileta, sino que vaya una o la otra porque las dos somos madres. Pero, para la Escuela, eso pone hasta en riesgo de vida del bebé.

¿La teoría apunta a decir que hay una madre real y otra mujer auxiliar, pero que no hay comaternidad?

A: No aceptan la comaternidad.

¿Cómo siguió la situación?

A: La idea era tener una segunda reunión para que Cirigliano integrara a todas las familias. Y ellos mandaron una lista de expertos para que participaran del encuentro. Y nosotras no quisimos que hicieran un minicongreso ad hoc para debatir si le vamos a dar mensajes subliminales a la beba en el agua. Ese debate ya se dio en el Congreso en el 2010, está cerrado y ganado. Ahora nuestra hija y nosotras tenemos todos los derechos. Por eso, estamos viendo cuál es la mejor estrategia legal para accionar judicialmente. Es importante que se convierta en un antecedente en la jurisprudencia para que no vuelva a suceder. Francesca está discriminada y tiene que existir una sanción.

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