MúSICA
Sin Blondie, Madonna no sería quien es. Sin Madonna, Cyndi Lauper no tendría que estar contestando todo el tiempo pavadas en torno de su escaso éxito después de los primeros discos. Lo cierto es que, afortunadamente, hay vida más de allá de la chica material y aquí están estas dos sobrevivientes, con nuevos discos, para probarlo.
› Por Mariana Enriquez
Maxi Diva
Debbie Harry
tiene 58 años, y todos los editores del mundo anglosajón están
desesperados porque escriba su autobiografía. “¡Pero apenas
me acuerdo de algo!”, se ríe la señora rubia que bautizó
a su banda Blondie (rubiecita) porque, cuando era adolescente cada hombre que
la veía caminar por las calles de Nueva York le gri taba: “¡Hey,
rubiecita, chupámela!”.
La señora está hermosísima en la tapa de The Curse of Blondie,
el nuevo disco de Blondie. Es fácil hablar de “regreso” pero
sucede que Blondie siempre fue un grupo inclasificable e impredecible, y su
carrera puede definirse como errática desde su primera separación
a mediados de los ‘80. Blondie saca discos de vez en cuando, y ese es el
caso de The Curse of Blondie, pero si los críticos están tentados
de llamarlo un regreso es porque el grupo suena otra vez como en sus primeros
años, pero no a fuerza de nostalgia, sino de solidez. Por fin hacen un
disco realmente bueno desde su reunión en 1997 –después de
quince años de silencio– sin mayores esfuerzos, limitándose
a recuperar la liviandad, la ironía y esa capacidad misteriosa de hacer
canciones pop-rock casi perfectas.
El mérito de sonar como si tuvieran veinte años pero con la confianza
y distancia de la madurez también le corresponde a Chris Stein, el guitarrista
y compositor, al tecladista Jimmy Destri y a una serie de colaboradores que
escribieron canciones especialmente para ellos. Pero nada sería igual
de interesante sin el icono, Debbie Harry. Gracias a su voz sensual, que no
envejeció un día, canciones como Good Boys –un enorme hit
bailable– pueden ser fácilmente confundidas con inéditos
de 1978. Pero no todo es pasado: en la primera canción, Shakedown, Debbie
Harry rapea y recuerda tanto a Patti Smith como a... Eminem. Quizá todavía
sea la mejor rapper blanca del mundo.
Nacida en Nueva Jersey, Debbie Harry fue la primera sex-symbol al frente de
una banda de rock, una belleza explosiva que antes de cantar fue camarera del
mítico Max’s Kansas City de Nueva York y conejita de Playboy. De
la tapa del fanzine Punk!, donde posó con minishorts, tachas y tacos
altos, pasó a las tapas de las revistas de moda como la mezcla perfecta
de chica callejera pero en deuda con el glamour de las divas de los ‘50,
una mujer que estaba tan cómoda entre los punks de CBGB’s como codeándose
con la realeza decadente en Studio 54. Fue la musa de H.R. Giger, el artista
que diseñó a los monstruos de Alien y protagonizó Videodrome,
de David Cronenberg, pero también fue la primera artista en conseguir
un número uno con un rap (la canción Rapture de 1980) y pagó
fianzas de sus amigos punks con las ventas de discos como Parallel Lines (1978)
o Autoamerican, (1980). Gracias a Harry, Blondie llegó a vender más
de cuarenta millones de copias, logró dar el paso desde el under punk
a la exposición del pop sin perder un gramo de credibilidad y creó
una tendencia, la de mezclar el rock de garaje con la música bailable,
el punk con el pop de sintetizadores: hasta hoy, nadie ha logrado sobrepasar
la canción que ejemplifica esa unión, Heart of glass, y ahora
mismo todo el electroclash, celebrado como el estilo más irreverente,
es poco más que una cita a Blondie. Sin Debbie Harry, Madonna no hubiera
sido posible; tampoco The Strokes. Pero la rubia, siempre demasiado sincera,
prefiere minimizar esa influencia, y por eso The Curse of Blondie es un disco
tan fresco, tan poco ceremonioso, lleno de disco, reggaee, rap, jazz, estribillos
encantadores, carente de solemnidad; Debbie Harry es parte de la cultura pop,
pero ella, que está graciosamente loca, prefiere ignorarlo.
Es que el camino no fue tan fácil. Aunque Debbie se hizo famosa cuando
cumplió los treinta años, admite que sentía demasiada presión.
Para explicar por qué Blondie implosionó a mediados de los ‘80,
y sólo pudo recuperarse veinte años después, dice: “Trabajamos
duro durante demasiado tiempo, y probablemente yo atravesé una crisis
emocional mayúscula. Estabaloca, Chris estaba enfermo, era demasiado.
Todo era muy veloz, como marchar sobre el mar, siempre a punto de hundirse.
Ser la mujer que inició la revolución sexual en el rock fue un
arma de doble filo, que a veces nos jugó en contra. Pero creo que un
proceso totalmente inocuo comparado con el grado de explotación que se
ve hoy”.
La mayoría de los amigos que Debbie solía sacar de la cárcel
hace veinticinco años están muertos. Dee Dee Ramone, Johnny Thunders,
Sid Vicious y un largo etcétera que culmina con Joey Ramone, el cantante
de Ramones que posó con Debbie en una foto histórica, los dos
abrazados en la cama, ella hermosa y sensual hasta la locura, él un revoltijo
de piernas y pelo largo. En The Curse of Blondie hay una canción para
ese amigo, “Hello Joe”, donde lo recuerda “despertando a los
gallos” en las madrugadas neoyorquinas. Es una sobreviviente, pero no se
regodea en la nostalgia. Tampoco se arrepiente de sus famosos excesos: “Ya
no tomo drogas, pero no me arrepiento de haberlo hecho”, dice. “Nunca
le diría a un pendejo que no use drogas. Yo no soy así, y sólo
puedo hablar desde mi propia experiencia”. Y no admite que la critiquen
por haber dejado de lado la maternidad: “No me siento frustrada. Si quisiera
tener hijos, adoptaría. O me robaría alguno. O pediría
que me regalen un chico. Estoy segura de que hay gente dispuesta a hacerlo”.
Con el nuevo disco y una gira alrededor del mundo, Debbie Harry está
embarcada en luchar contra la obsesión por la juventud de la industria
musical, y demostrar que tiene tanto magnetismo como las minidivas que podrían
ser sus nietas.
Yerba mala...
Cyndi Lauper
está harta de que le pregunten por qué no se convirtió
en una estrella de proporciones sobrenaturales como Madonna. Después
de todo, lanzaron sus discos debut el mismo año, 1984, y She’s so
unusual de Cyndi era mejor que el de Madonna. Y tenía esa canción-himno,
Las chicas sólo quieren divertirse, que marcó a una generación.
El video era toda una toma de posición: “Yo miraba MTV, y me parecía
totalmente sexista. Así que quise hacer un antídoto a eso. Para
el video, donde ella aparecía con el pelo colorido y maquillaje entre
el teatro japonés, Betty Boop y lo payasesco, reclutó a mujeres
de todas las razas, todas las generaciones, todas las tendencias. Incluso reclutó
a su propia madre: “Vamos a hacer una contribución”, le dijo.
“Vamos a cambiar las cosas para que sean mejores.” La canción
aportó su grano de arena a las feministas jóvenes, aunque hoy
parezca sólo un episodio nostálgico de la cultura pop. Las otras
canciones que se hicieron famosas también aportaban una mirada diferente:
“Time after time” era una balada dolorosa, y el video mostraba cómo
un chico abandonaba a Cyndi porque ella había osado ensayar un corte
de raro: la media cabeza semirrapada dejaba ver un cuadriculado de pelo anaranjado.
“She Bop” era una festiva canción sobre las alegrías
de la masturbación. She’s so unusual vendió 25 millones de
discos. Entonces, ¿por qué Cyndi casi pasó al olvido y
Madonna es Madonna? “Ella tomó sus decisiones, yo tomé las
mías”, dice Cyndi. “Me mata cuando la gente trata de explicarme
lo que hice mal, o lo que debería haber hecho. Firmé cheques,
construí mi propio estudio de grabación, traté de estar
orgullosa de mi trabajo. Me casé y tuve un hijo. ¡Justo yo! Todos
fueron milagros, y no estoy arrepentida de nada, porque cada decisión
fue consciente y pensada.”
Después de su gran éxito, Cyndi se tomó dos años
sabáticos y editó True Colors, un muy buen disco que sin embargo
no pudo devolverla a las ligas mayores. Le sirvió para otras cosas. Cantando
ese tema, Cyndi suele liderar las marchas del orgullo gay en su país,
envuelta en la bandera del arco iris. A los quince años, cuenta, tuvo
una novia, pero no funcionó. Era una época complicada. En su adolescencia,
Cyndi fue echada de cuatro escuelas, tuvo que trabajar de cualquier cosa –su
padre había abandonado a la familia, que vivía en la pobreza en
Queens, Nueva York– y hasta pasó una temporada sola, acampando en
el bosque, siguiendo los pasos del poeta Henry Thoureau. Después descubrió
su voz, increíble, de cuatro octavas y afinación perfecta, que
puede ser tan cómica como conmovedora, y el resto es historia.
Ahora tiene cincuenta años. Y los noventa no fueron una década
fácil para ella. Se separó, cayó en una depresión
de varios años, editó el disco A Night to Remember, un éxito
de crítica que nadie recuerda, trató de hacer carrera en el cine
–le fue mal–, participó de una sitcom con Michael Fox –le
fue mal–, la echaron de su sello discográfico y consiguió
uncontrato con un sello independiente, Edel, que cayó en la bancarrota
poco después. Y para colmo, estuvo enferma. “Tuve endometriosis
desde los treinta años. Hacía un disco y me metía en el
hospital, y así sucesivamente. Tuve que pelear con los médicos.
Les decía ‘esto no lo vamos a hacer. No toque ningún tubo
ni ningún ovario, sólo saque lo que está mal. Pero finalmente,
a los 44, pude quedar embarazada de mi hijo. Así que, por mucho que la
gente insista en que me fue mal, yo sé que tuve suerte.”
La Lauper está intentando regresar desde 1999, con más apariciones
en sitcoms y una gira con Cher. Cuando intentó grabar un disco, su sello
quebró, y tuvo que esperar hasta ahora, que acaba de editar At last (Al
Fin), una colección de covers, versiones de canciones clásicas
–que los norteamericanos llaman standards– que no es sorprendente
ni deslumbrante salvo porque su voz está mejor que nunca, y en canciones
como las del título (de Etta James), o “Until you come back to me”
de Aretha Franklin rivaliza con las versiones originales. Es poco más
que una preparación, y una forma de recordarle a un mundo que es una
cantante enorme e inteligente. Una forma de ganar confianza. “Estoy preparada
para regresar. Uso unas cremas fantásticas que fabrica una señora
británica que me dejan la piel estupenda. Además, sólo
los buenos mueren jóvenes. Yo voy a estar en este negocio durante mucho,
mucho tiempo.”
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