VISTO Y LEíDO I
La escritora mexicana Margo Glantz vino a la Feria del Libro a presentar Coronada de moscas, un libro lleno de texturas basado en sus viajes a la India.
› Por Malena Rey
“¿Hacía falta escribir un libro más sobre la visita de una extranjera a la India, o con los que ya hay escritos era suficiente?”, se pregunta sinceramente Margo Glantz en el stand mexicano de la última Feria del Libro, durante la presentación de Coronada de moscas, el volumen donde recoge sus personalísimas impresiones de viaje de las tres veces que visitó el subcontinente asiático. Al lado de Margo está sentada su hija Alina López Cámara, la responsable de la treintena de fotografías que completa el libro: tomas llenas de colores que puntean la lectura y que permiten ir y venir entre las imágenes literarias, mentales, y entre las reales y cotidianas de ese país tan lejano. Claro que hacía falta otro libro, podríamos responderle a Glantz, porque su mirada es renovadora, genuina, inagotable, y sus textos son la cruza de una serie de contrastes de la “experiencia india”, esa que mezcla la fascinación con el rechazo, el asco con la hermosura, la extrema pobreza con la majestuosidad, el hedor de los excrementos con los aromas especiados de las comidas.
Glantz, autodefinida como una viajera crónica –mote que comparte con nuestra Hebe Uhart–, llega por primera vez a la India con una comitiva que incluye a siete personas, entre sus hijas, sobrinos y amigos, como el escritor Mario Bellatin. Fue una aventura planeada con mucha expectativa y anticipación, y el viaje le pega a cada unx de forma diferente: están las que deciden no volver nunca, impactadas por la pobreza que ven sus ojos; los que se quedan perplejos y ya no saben cómo disfrutar de tanta complejidad; y Margo, la perseverante, la que vuelve con distintas excusas a India, la que aguanta a los insufribles guías y las largas horas de trayecto por rutas destartaladas.
De sus textos fragmentarios –algunos publicados en sus columnas del periódico La Jornada– resalta una serie de enumeraciones caóticas. ¿Será que la India es esa acumulación infinita e imposible de niveles y contrastes? Amparada también en la tradición literaria que atendió al exotismo como impulso literario, Margo viaja y lee El olor de la India, de Pasolini, los escritos del británico V. S. Naipaul, las impresiones de Mircea Eliade y de Agatha Christie, y sobre todo los libros de Octavio Paz sobre la India, país del que fue embajador durante años. Entonces, la pregunta del comienzo podría volver a formularse: ¿Cómo escribe una mexicana sobre la India? Y acá la respuesta pasa por una cuestión de perspectiva. La de Glantz es la de una mujer jovial y mayor, entregada como niña a la aventura. Es la mirada de una mujer fascinada por el sistema de creencias, los templos y la organización de las castas, pero también por el comercio callejero, la variedad de telas, las artesanías. Es la voz de quien puede comparar a los hombres esqueléticos que se cruza en las calles de Angra con las modelos anoréxicas de las revistas de moda. La de Margo es una escritura literaria, inquieta, curiosa, inconformista: siempre parece estar dispuesta a dejarse sorprender a la vuelta de la esquina, activando y desactivando mitos y lugares comunes: “Sí, la India es un país horrendo y maravilloso, epítetos que repetimos invariablemente los que viajamos, país que deja huellas inolvidables, lugar común que podría leerse en un Reader’s Digest cualquiera. Lugar común evidente y ¿por qué no? verdad sagrada. En Varanasi, como en Delhi, en Bangalore, en Angra, en Mumbay, el mismo polvo, el mismo caos, la misma mierda, el mismo olor a orines, a curry y a gasolina requemada, las infaltables vacas, todo se repite (...), los mosquitos, las ratas, los cables de electricidad entreverados, los intrincados árboles de ramas inverosímiles; también, como siempre, las familias enteras sobre una bici o una moto, las mujeres sostenidas en el asiento, sin atreverse a tocar a sus maridos; los monos, los pericos, algún camello, las intocables vestidas de andrajos y con su escoba de paja en la mano”, dice en un bello pasaje. Textura y profundidad que nos transporta, efectos destellantes a los que la escritura de Glantz nos tiene acostumbradas.
Coronada de moscas (Sexto Piso)
Margo Glantz
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