ESCENAS
Una pregunta abierta sobre el diálogo de los cuerpos, la contundencia de las palabras y la siempre frustrante tarea de comunicarse en Dínamo, la última puesta de Claudio Tolcachir.
› Por Paula Jiménez España
De la mano de Lautaro Perotti y Melisa Hermida como codirectores, esta vez Claudio Tolcachir soltó la cuerda. Una cuerda teatral sostenida en textos con mucho diálogo, tan bellos como espesos e intrincados, que caracterizaron sus últimas cuatro obras, desde La omisión de la familia Coleman hasta Emilia. En Dínamo, en cambio, la comunicación no llega a estructurarse en palabras. Dado en el ir y venir de los cuerpos de tres personajes femeninos encarnados por actrices descomunales como Marta Lubos, Paula Ransenberg y Daniela Pal, el acto comunicativo se muestra como lo que realmente es: un fracaso. La historia (¿historia dije?) es así: tres mujeres se encuentran en una suerte de Babel rodante, una motorhome varada en un lugar desértico –esto lo sabremos porque la música ejecutada en vivo por Joaquín Segade trae ese tiempo lento y arenoso del oeste norteamericano– para que el absurdo estalle en todas sus posibilidades. El punto de arranque es el momento en que una ex tenista (Pal), cargada con inútil equipo de raquetas, visita a su tía (Lubos), una rocker dueña de la motorhome que vocifera por micrófono, se niega a bañarse, mira en la notebook videos donde canta su amada y aspira cada tanto una droga tipo Poper que por unos segundos la hace entrar en trance. Poco después, saldrá del interior de una alacena de altura un tercer personaje más desopilante todavía, se trata de una refugiada de guerra a la que Rasenberg le inventó un idioma propio, cuya sonoridad podría emparentarse tanto con alguna lengua de Europa del este como con un país árabe. Esta joven es una madre que debió dejar en su tierra a un bebé al cual le lava aún la ropa, mientras llora y canta ritmos típicos de esa cultura inexistente, y que para sobrevivir se ha convertido en una okupa que come lo que puede y que consigue ocultarse en los espacios mínimos del monoambiente. Túneles secretos ideados por el súper creativo escenógrafo Gonzalo Córdova Estevez, comunican el interior de ciertos muebles de la casa rodante con el techo y por ellos se va desplazando Ransenberg con notoria agilidad, sacándole total provecho al espacio teatral.
La velocidad extrema con que se desarrollan las acciones –característica de ese ritmo desesperado de Tolcachir– y la sorpresiva forma en que los personajes van apareciendo en escena (desde adentro de los muebles o camufladas bajo las sábanas), le imprimen vertiginoso dinamismo a este relato insólito en el que prácticamente no hay texto. Sí hay palabras –dichas en castellano, en alemán y en esa lengua de neologismos ransenberguianos– que se enuncian para que finalmente no se diga absolutamente nada. El continuo desentendimiento entre los personajes va haciendo crecer las carcajadas del público de Timbre 4, que estallan en el punto en que Ransenberg y Pal terminan manteniendo una conversación sin sentido donde cada una, confiada en un ilusorio ida y vuelta, habla sólo de sí misma. La soledad, como telón de fondo de las relaciones y como trastienda de toda comunicación, es tal vez el tema predominante de esta pieza. Su título, Dínamo, refiere sencillamente a ese generador eléctrico que en la obra podría tratarse de la mismísima casa rodante. Dentro de ella, la fricción entre tres cuerpos saca chispas y da por resultado una de las obras más originales e imperdibles de la actualidad teatral.
Funciones: viernes y sábados 21 y 23.15 hs en Timbre 4. México 3554, CABA.
Más info: timbre4.com
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