CONSEJITOS DE MARU BON BON › CONSEJOS DE MARU BON BOM
Sólo a simple vista, y de manera en extremo liviana, podría cualquiera afirmar que las fantasías están en vuestra cabeza haciendo cola para tomar forma en el mundo de las cosas. No, no y ¡no! La restricción, mis amigue/ta/te/s, es buena maestra en materia de placeres. Porque, digámoslo, ¿qué sería del alivio sin la tensión?, ¿cuál sería la gracia de la descarga si antes no acumulamos?, ¿eh? Así que, tesoros, preciosuras, dulces bocaditos/tas que aún no he tenido el gusto, ¡deténganse! Acaricien suavemente esa idea loca, déjenla levar como masa de pan, dórenla si es necesario en el horno de las sensaciones (no sea obvio/a, no hace falta poner la mano ahí cada vez que digo “horno”), y úsenla en caso de necesidad y urgencia, o sencillamente cuando tengan ganas.
1. De cómo un pequeño desvío desemboca en los grandes mares. Imagine que Ud., en un modesto arranque de audacia, decide tocarle las piernas bajo la mesa a alguien de su gusto, ¡pero resulta que se las tocó a otro/a, que, oh casualidad, es de su mismo sexo! No tema, avance, descubra los contrastes entre lo áspero y lo suave, lo cóncavo y lo convexo. Verá cómo cambiando el punto de vista –y de toque– todo cambia. Y si no resulta, pues archive el breve contacto en la biblioteca de su memoria y cuando el fragor se convierta en burdo frotar de piedra pómez, acuda a ese recuerdo y verá cómo todo mejora. Esta alegría DEBE darse.
2. De cómo la experiencia indica que hay que dar un bocado para mantener el hambre. Ay, tesoros míos/ías, nada es tan tentador como aquello/ella de lo/la que se ha probado una puntita. ¿Quiere Ud. avanzar por puertas no convencionales o dejar que éstas se abran? Pruebe con la puntita. ¿Quiere Ud. saber a qué se dedica esa gente que se viste de cuero y se tapa los ojos? Pruebe con una suave nalgada. Prueben, amigo/ga/s, testeen, palpen, rocen, vean, en definitiva, metan el piecito en el agua antes de usar el trampolín. Sólo después de la muestra sabrá Ud. si gusta o se priva.
3. Reconozca aquello a lo/la que es mejor negarse (o al menos negar que lo/la hizo). En líneas generales, preciosuras/ras, mi consejo es no arrastrar ni dejarse ídem a mundos de fantasías que germinan sólo en Ud. o bien en el/la otra/o. Recuerden, amables bacantes, que todo/da es posible siempre que Ud. lo tolere/desee/busque. Ahora bien: es fundamental no decir todo lo que piensa, ni hacer todo/da lo que le piden, ni obligar a que le soben el dedo gordo si el/la otra/o/s no lo desea. Consenso, amigue/te/ta/s. Y si no, al menos silencio. Niéguese si no está segura/o de que lo/la quiere (hacer).
4. De cómo terminan los juicios cuando se evitan los/las testigo/ga/s: Roforzando la consigna del silencio, también es vital mantener algunos hechos/chas a la sombra de otras miradas. Domine incluso esa sonrisa de gato/a que acaba de robarse el pescado, quítese de la comisura esa gotita blanca, séquese el sudor de la frente, que nadie vea lo que Ud. ve, y mucho menos que vean lo que Ud. imagina. Haga lo que quiera, pero al menos no arruine la reputación de los/las demás.
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