Vie 01.09.2006
las12

INUTILíSIMO

Arte y salud en nuestras cabezas

Nadie como el coiffeur Felipe Parisi para explayarse sobre el arte del peinado, cosa que hace desde el Almanaque de la Mujer (Buenos Aires, Edición La Librería de la Facultad, 1930). El susodicho especialista llegó a Buenos Aires, desde París, en 1906, y de inmediato fundó una academia del peinado. Desde ese lugar de magisterio, Monsieur Parisi se permite dar a sus lectoras un sabio y desinteresado consejo: “No entregar el cuidado de vuestras cabelleras sino a verdaderos profesionales, la única manera de obtener el sello encuadrado en el rango social que ocupáis”. Empero, no es suficiente el trabajo del peluquero, por perfecto que sea el corte y los golpes de peine y/o cepillo, por buenos que resulten los productos que emplee: “Toda señora debe ser la fiel enfermera del cuidado de su cabello y efectuar con toda precisión las instrucciones que reciba, dedicando media hora diaria al prolijo cepillado de su melena, una de las más sanas teorías para conservar su brillo y su salud”.

El autor de este artículo sabe muy bien de qué está hablando, puesto que ha tenido “el honor de peinar a damas de las más altas esferas sociales”, comprobando en todos los casos que cuanto más alto es el rango, más atención se consagra al arreglo capilar. En Buenos Aires, señala Felipe Parisi, las mujeres están advirtiendo la consideración que hay que dispensarle a este rubro fundamental: prueba de ello es que “el peinado se está propagando en gran escala”. El único problema, según nuestro coiffeur de cabecera, radica en que algunas señoras –quizás un tanto precipitadas- no son exigentes a la hora de elegir y en consecuencia “entregan fácilmente su cabello al cuidado de algunos advenedizos que se autodenominan expertos profesionales, y luego –las mencionadas señoras– experimentan un sinnúmero de desagradables sorpresas”.

Felipe Parisi no logra comprender cómo alguien del bello sexo puede escatimarle tiempo y quizá dinero a un aspecto tan vital de la elegancia, “arriesgando la estética y hasta exponiendo la salud al contagio de enfermedades muy serias porque, según creo, nuestra profesión no se puede ejercer sin nociones muy profundas de arte e higiene”. En otras palabras, que un buen peinador “debería profundizar el estudio de las enfermedades del cuero cabelludo”.

“La moda de hoy tiene caprichos que no sabemos cuánto han de durar –medita con sumo tino Monsieur Parisi–. La mujer de hoy ha cambiado mucho, se dedica a los deportes y quiere contribuir al progreso del mundo.” Innecesario es decir que esas nuevas modalidades requieren una cabeza bien peinada, “a fin de que nuestras hermosas damas conserven su expresión de suavidad y sigan siendo las flores que siempre han sido”. Es decir, inequívocamente femeninas.

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