Viernes, 22 de septiembre de 2006 | Hoy
INUTILíSIMO
Un ameno e instructivo artículo de la revista Cine Mundial (julio de 1937), firmado por León Poy, nos hace saber que “esa afirmación tan corriente como gratuita de que todas las mujeres son iguales, la ciencia no la sustenta”. Muy por el contrario, “nos dice que hay una gran diferencia entre rubias y trigueñas, aparte del color del pelo y el matiz de la piel”. Por otra parte, en el carácter y el temperamento también hay diversidad: la rubia toma las cosas con más calma y la morocha es más excitable. Pero si de mujeres excitables hablamos, hay que poner en primera fila a las pelirrojas, puesto que, aunque minoría, “las del pelo tinto constituyen de por sí una tercera categoría con características especiales”.
En el rubro salud también encontramos diferencias de acuerdo con el color del pelo y la tez: a las rubias las preferirán muchos caballeros, “pero están expuestas con más frecuencias a las enfermedades infecciosas”, tienen más tendencia a las espinillas (comedones, barritos) y de vez en cuando les aparece un carbunclo (sic). Asimismo, la ciencia ha comprobado que la anemia es más frecuente entre las rubias que entre las morenas... La ventaja que señala León Poy, sin ánimo chistoso, es que “una muchacha anémica no dispone de grandes energías para matar a nadie”. Esta aclaración viene a cuento porque “los criminólogos aseguran que las rubias son frías, calculadoras y egoístas”. El consejo del articulista a los señores es que “si quieren obrar con seguridad, quédense con una castaña, porque ella armoniza las mejores cualidades de los dos tipos fundamentales”.
No vayan a figurarse ustedes, de ninguna manera, que después de detallar estos aspectos negativos de las rubias, León Poy se deshace en elogios de las morochas: “Por lo pronto, las estadísticas médicas indican que las trigueñas son más susceptibles de padecer reumatismo”. En el aspecto psicológico, afirma, “son en general sentimentales y tristes, lo que las lleva a la melancolía y a trastornos de origen nervioso”. Pero no se alarmen, que algunos recursos de supervivencia tienen las morenas, no por nada fueron “primeras pobladoras del mundo”, puesto que Eva, la que se comió la manzana y tentó a Adán y dio ocasión al pecado original, como bien sabemos, era trigueña (y no rubia como la de la foto). Es por esa razón que, aun hoy, las mujeres de este color “después de tantos siglos de civilización, conservan en su temperamento cierto primitivismo: son más emocionales, se irritan con más frecuencia, suelen ser más celosas que las rubias y exponen con menos reserva su pensamiento” (cuando logran pensar, obvio). De lo que se deduce que la morocha argentina es más hija de Eva que las escasas rubias auténticas que encandilan al sexo opuesto en nuestras latitudes. Porque las aclaradas, platinadas, teñidas siguen teniendo el corazón trigueño.
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