INUTILíSIMO
Acaso la tarea más exigente y en la que nunca se alcanza la perfección, y menos aún el beneplácito generalizado, sea la de madre. El número 172 de la revista Femirama pinta un cuadro bastante común a este respecto, en el que seguramente han de reconocerse muchas lectoras: “No tiene usted nada que reprocharse: es devota de su familia, de sus hijos, de su marido. Se afana para que la casa se encuentre siempre bien ordenada y todo funcione; todas sus preocupaciones son para los demás, e incluso ha renunciado a pensar en sí misma: en resumen, es una esposa y madre modelo. Y sin embargo... hay algo que no marcha”. Usted se siente descontenta, cansada, incluso un poquitín resentida. Si quiere descubrir qué le falta para ser feliz, he aquí la síntesis de un cuestionario de Femirama para resolver su problema.
1) ¿Tiene la impresión de que su trabajo doméstico no es apreciado ni agradecido por nadie?
2) ¿Sueña a menudo con que su marido y sus hijos fallecen?
3) ¿Sueña también que usted se muere y ve su ataúd rodeado de familiares llorando? (“Oh, qué buena era ella y no supimos comprenderla...”)
4) ¿Considera que las casadas pierden el tiempo embelleciéndose?
5) ¿Sueña para su hija un destino diferente del suyo?
6) ¿Teme usted que su hijo se case con una mujer coqueta y egoísta, incapaz de ocuparse del hogar?
7) ¿Se levanta por las mañanas desanimada, y la idea de los deberes domésticos la abruma aun más?
Si ha respondido Sí a una o a lo sumo a dos preguntas, lo suyo está dentro de la normalidad, con momentos de razonable desaliento: usted es humana. Pero si la respuesta afirmativa ha sido para tres, cuatro o más preguntas, empiece a tomar precauciones porque, como bien dice Femirama, está usted en la pendiente de la depresión. En primer lugar: “¿Está usted segura de que la otra vida que podría haber tenido habría sido tan bella y de color de rosa como la imagina? ¿Está segura de que la suya es tan escasa en satisfacciones?”.
Para salir de este berenjenal de inquietudes, Femirama le sugiere que piense un poco en sí misma, pero, desde luego, “sin el aire de tomarse un desquite”. Por ejemplo, “cada día encuentre una hora para dedicarse, lea un libro, hojee una revista de modas, etcétera”. Y por supuesto, hágalo sin culpas porque “una gota de egoísmo en su caso puede servir de reconstituyente. Por otra parte, aunque a usted no se le haya ocurrido nunca, su familia puede darle una manito en algunas cosas de la casa, y más todavía, “su marido puede compartir responsabilidades educadoras” (sic). ¿Vio qué sencillo que resulta aventar la equivocada sensación de que es usted una víctima, y elevar raudamente su corazón y su moral?
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