INUTILíSIMO
La investigación de la conducta amorosa de los animales hecha por zoólogos y científicos revela claramente que el macho y la hembra usan numerosos y complicados gestos durante el cortejo, algunos obvios y otros más sutiles, casi todos realizados en forma inconsciente, nos explica Allan Pease en El lenguaje del cuerpo, cómo leer la mente de los otros a través de sus gestos (Planeta, 1981). Pues bien, en esta temática hay que reconocer que los seres humanos nos asemejamos bastante a los animales, por lo cual, “el éxito de algunas personas en los encuentros con el sexo opuesto está relacionado directamente con la capacidad de enviar las señales apropiadas del cortejo y de saber reconocerlas cuando se reciben”. Al parecer, las mujeres, en parte gracias a su indiscutible intuición, reconocen más rápidamente las señales del cortejo amoroso, mientras que los hombres son mucho menos perceptivos, “cuando no totalmente ciegos al lenguaje gestual”.
Por eso, Allan Pease dedica más espacio a la descripción de las señales femeninas, no sólo porque nosotras tenemos un arsenal mayor sino también para que al acentuar determinados gestos, los hombres se despabilen y reciban el mensaje. Hay movimientos que son comunes a ambos sexos: tocarse el pelo, alisar la ropa, colocar una o dos manos en las caderas, dirigir el cuerpo y un pie hacia la otra persona, lanzar miraditas intencionadas. Un gesto automático muy reiterado en las mujeres es el de sacudir la cabeza para echar el pelo hacia atrás, aunque éste sea corto. Otro, también inconsciente, exhibir la piel suave y lisa del lado interno de las muñecas, zona erótica del cuerpo que así se ofrece a la caricia.
El tema de la posición de las piernas merece un párrafo aparte por lo significativo: “Cuando aparece el hombre, las piernas femeninas tienden a abrirse más que cuando no hay masculinos presentes. Esto ocurre esté la mujer sentada o parada”. Según el citado manual, las mujeres cruzan las piernas para proteger la delicada zona genital, usando tres posiciones básicas para comunicar la atracción sexual:
1. Señalar con la rodilla o con el pie (como la señorita de la foto, un tanto desinhibida, la verdad sea dicha) a la persona que ha despertado el interés, exponiendo un poco los muslos.
2. Acariciar el zapato, postura relajada y sugerente, de evidente simbología, con el pie entrando y saliendo del calzado, que incita a algunos hombres.
3. La tercera posición es lisa y llanamente la de las piernas cruzadas, que da siempre más atractivo a la mujer sentada. Por supuesto que el colmo de la seducción resulta el gesto de cruzar y descruzar lentamente las piernas frente al hombre que se desea cautivar, actitud peligrosamente provocativa que sólo ha de usarse en contadas ocasiones, cuando la situación lo amerite y no se trate de un coqueteo intrascendente.
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