¿Por qué? ¿Por la causa? ¿Por el honor? ¿Para hacer escuchar algún tipo de carcajada frente al espanto por la protesta piquetera? ¿Por qué, Nina, por qué tenías que mostrar la bombacha y dejarte enfundar en pieles blancas cual Marijuli? ¿Por qué nos dejas haciendo preguntas vanas junto a tanto opinador de televisión falsamente alarmado por tu audacia? ¿Era necesario? ¿Es el sueño de la piba? ¿Algún tipo de venganza? ¿Una estrategia? ¿Necesidad de recuperar la libido? ¿Una manera de plantarte frente a tu barbado consorte celoso y machista confeso? ¿Era el único modo de quitarle protagonismo? ¿De que te vean? ¿De desmitificar el fantasma piquetero? ¿Volverlo deseable? ¿Cómo fue que esa mujer aguerrida que comía guiso de una caja de tetrabrik, aun enfundada en pantalones ajustados, aun caminando entre llantas encendidas con tus grandes tacos, las remeras cortas mostrando el ombligo, se dejó tentar por tan burdo bocado? ¿Acaso no sos de las primeras militantes populares en asistir a los Encuentros de Mujeres? ¿Ninguna ficha te cayó en todos estos años? ¿O tal vez te cayeron todas juntas y te estás cagando de risa de los opinadores, de las mujeres, de tu mismo marido? ¿Querías imponer un modelo distinto de belleza o demostrar que sos tan bella como cualquiera con un poco de producción y las luces suficientes? ¿Acaso una mujer no puede tener los ovarios bien puestos como conducir a las masas y evitar al mismo tiempo lo que se espera de ella? Cuánta confusión, querida Nina. Tal vez si no hubiera sido por el tapado, tal vez lo de la bombachita fue un efecto no buscado. Tal vez es lo que se merece Castells que tantas veces se jactó de su machismo (¿O será que lo está disfrutando? ¿Que está exhibiendo la chica que sabe arrancarlo de la cárcel como a un trofeo de caza?) Nos quedan las preguntas, Nina, interminables, insondables preguntas.