MONDO FISHON
No tan frívolas
Morenas y espigadas, con los músculos firmes propios de quien acostumbra a caminar la calle, buscarse la vida y hasta correr para sobrevivir, las chicas pasean sus modales gatunos en una pasarela de Recife, la ciudad del nordeste de Brasil. Hay un brillo especial en sus miradas que las distingue de otras modelos, acostumbradas a situar los ojos en un más allá al que nadie más llega. Estas mujeres, muy jóvenes, tienen brillitos bajo las pestañas y están tan contentas que podría adivinarse que modelar es una experiencia similar al juego. Y es que esta actividad las ha rescatado de otra, en la que el cuerpo se pone sin metáforas, como si no fuera propio, para que los turistas de paso por Brasil puedan jactarse después de haberse acostado con mulatas. Joseni Flor da Cruz encabeza el desfile; ella no sólo modela, también diseña sus propios vestidos de inspiración carnavelesca, igual que Angelina da Silva Ferreira, especialista en ropa interior que corta y cose en su casa, en las horas libres que le deja un trabajo como dependiente de farmacia, su ingreso más seguro. Angelina festeja que por este auténtico rescate de la moda, ella y su mamá pudieron correrse de la situación de prostitución gracias a esta nueva actividad que les enseñaron en la Casa de Pasaje, un hogar en el que no se duerme, pero ofrece comida y duchas para chicas que se venden a cambio de dinero. Desde 1989, más de 8 mil mujeres pasaron por los talleres, que entre la comida y el baño se ofrecen en este emprendimiento que se generó con colaboración de la ONG Ayuda Cristiana. Y la moda, la confección y el modelaje, es el curso que más éxito ha tenido en estos 15 años: el 40 por ciento de las chicas que asistieron a la Casa de Pasaje se graduó después de cumplir con el curso que ideó el estilista italiano Augusto Perrone y que continuó Livia Aguiar. Para aprender a diseñar patrones, usar la máquina de coser y animarse a desafiar las clásicas combinaciones de colores, este año las inscripciones triplicaron el cupo de los cursos. Pero la Casa de Pasaje planea seguir creciendo al mismo tiempo que denunciando la trata de mujeres y una modalidad nueva: la subasta de vírgenes, uno de los “atractivos” del turismo sexual, algo que muchos conocen pero pocos actúan, mucho menos la policía local que, como sucede habitualmente, suele amparar este tipo de actividades.