MONDO FISHON
› Por Victoria Lescano
La escena de una modelo cayendo de bruces víctima de pérdida del equilibrio sobre un par de plataformas y en las pasarelas de Chloé del actual verano europeo recuerda a otra caída célebre: la protagonizada por Naomí Campbell hace varias temporadas con zapatos modelo “caballo de calesita” firmados por Vivienne Westwood. Y el gag, los malos pasos sobre suelas de plataformas y la secuencia sonora (clac, clac, clac) que emite sobre el pavimento podrían trasladarse a las veredas locales durante el próximo verano, porque una vez más esos tacos de vértigo son el nuevo grito de la moda.
La firma Hermés los reinterpretó en tonos de rosa, Yves Saint Laurent en tejidos de yute con trama exagerada y correas de terciopelo violeta, Miu Miu las atiborró de lunares en negro y blanco, Missoni en madera remixada con sus emblemáticos tricots multicolores y Prada fusionó una base de caña de bambú apta para alguna reposera con piel de cocodrilo. Y siguen las apuestas y propuestas de marcas de lujo (léase Gucci y Christian Louboutin, quienes hicieron rescates de las guillerminas, zapatos de Minnie Mouse y aun las ascetas sandalias franciscanas con tacos de goma, rafia y corcho que superan los 15 centímetros).
Derivadas de los chapines venecianos que los actores del teatro griego comenzaron a usar para ganar altura en los escenarios (en el acto dos de Hamlet, Shakespeare les dedicó una mención), son el calzado fetiche de seguidoras y seguidores de la moda desde que en 1930 el genial zapatero Salvatore Ferragamo empezó a desarrollar en su exclusivo taller de desarrollos a medida. La escasez de recursos fue el disparador de buena parte de su obra (la biopic indica que empezó a hacer zapatos con sólo nueve años y para que sus hermanitas pudieran asistir a tomar la comunión con zuecos nuevos). Con herramientas prestadas del remendón de su pueblo, tramó los antecesores de los zapatos que usarían las actrices Pola Negri, Gloria Swanson, Greta Garbo y Marilyn Monroe, y –si bien engalanó algunas plataformas con red velvet y pedrería– ante los dictados de racionalización en la moda sumó a sus plataformas de corcho cortezas de árboles, texturas pintadas de dorado, papeles de caramelos e hilos de pescadores. Otro eximio zapatero que desarrolló modelos que inspiran a las nuevas generaciones fue André Perugia y, luego, una de sus asistentes, un caso rara avis de zapatera llamada Georgette, de la cual no trascendió el apellido, pero de quien el Museo de la Moda de París conserva algunas plataformas extrañas.
Los hitos en plataformas hechos en Buenos Aires remiten a los sixties y especialmente a 1967, año en que la artista Dalila Puzzovio ganó el Premio Internacional Di Tella por Dalila Doble Plataforma, un tótem con 25 pares de zapatos Grimoldi de catorce centímetros de altura, mientras que en la tienda Mme. Frou Frou, y en homenaje al libro Boquitas pintadas, Rosa Bailón y su amiga Sarita Goldberg hicieron un bricolage de boquitas en papel glacé sobre plataformas importadas de Brasil que –según una versión– pertenecieron a la mismísima Carmen Miranda.
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