MONDO FISHON
› Por Victoria Lescano
En los primeros días de diciembre, mediante presentaciones en locaciones diversas, las pasarelas de las cátedras de Indumentaria de la UBA exhibieron tanto las tesis de moda de los graduados como experimentos con morfologías, materialidades, gestos y prendas de alumnos de primero y segundo año de la carrera. Por un lado, en las tribunas del Hipódromo de Palermo, para los cuatrocientos alumnos de la cátedra Saltzman la consigna fue indagar en la memoria y en la identidad. De ahí que en la pasarela aparecieran colecciones inspiradas en el placard y los modismos de las abuelas de las y los alumnos, como líneas de sastrería y ropa sport rescatadas del imaginario de los padres y madres. “Durante el transcurso del año, vinieron a las clases abuelas de entre 85 y de 90 años, mientras que en segundo nivel los alumnos trabajaron con la deconstrucción de sastrería de los padres. Me gustaron mucho ambos procesos porque se acostumbra a pensar que el cuerpo de un joven es moderno y es más difícil trabajar en la ruptura de la normativa. Una parte de los ejercicios consistió en que fotografiaran a las abuelas con sus ropas para hacer una producción de moda regidas por sus arquetipos”, explica Andrea Saltzman, arquitecta, teórica de la moda y desde comienzos de 2011, directora de la carrera. Así fue como los lazos familiares confluyeron en la pasarela, con los alumnos, sus padres y abuelas oficiando de modelos.
Sobre el modus operandi en la pasarela y en las clases, señala también Saltzman: “Pensamos el desfile como una celebración, no nos limitamos a lo estrictamente académico, sí importa el pensamiento de la sociedad y la cultura. Planteamos que el proceso proyectual es tejer una historia, porque desde la universidad construimos una realidad y diversos universos poéticos. Como novedad y porque estoy convencida de que las nuevas generaciones de diseñadores necesitan trabajar en forma colectiva, con los alumnos de tercer año fuimos a visitar un polo textil del Chaco y allí ellos interactuaron tanto con las maquinarias textiles de la firma Santana, como con máquinas más arcaicas y procesos muy creativos de la cooperativa Tupac Amaru. De un trabajo práctico en relación con proyectos con anclaje social surgieron tanto uniformes de enfermeras como nuevas morfologías inspiradas en las “mamás canguro” (dícese de las madres de los bebés prematuros a los que se los acarrea junto a sus panzas en lugar de en salas de neonatología). Otros trabajos giraron alrededor de la hibridación cultural y de celebrar y abrazar las migraciones” concluye.
Por otro lado, Jorge Moragues, titular de una cátedra cuyos alumnos suelen cautivar en las ediciones de Semillero UBA, y también profesor de Historia del traje se refiere al desfile que sus alumnos (alrededor de 150), realizaron en el mismísimo Patio de la Carrera, en Ciudad Universitaria. “La premisa fue abordar al traje como un objeto cultural, las colecciones de los alumnos no son moda, son trabajos prácticos donde ellos aprenden sobre cómo articular los elementos del diseño en la indumentaria, trabajan con imágenes innovadoras y proponen una bajada aplicable a la industria. Como en 2011 se cumplieron 190 años de la Universidad de Buenos Aires y se celebraron veinte años de la creación de la carrera de Indumentaria, consideré que esta muestra-desfile debía realizarse en el lugar en donde se estudia; nos pareció un buen momento para compartir este espacio con el público que, en su mayoría, lo componen los familiares de los alumnos. Colocamos banners en el patio central y en la producción nos ayudó Natacha Pacheco, quien tiene mucha experiencia en pasarelas como Bafweek. Nos pareció necesario que los alumnos vieran cómo se organiza un evento con una profesional, ellos ya tenían las colecciones listas, pero con el asesoramiento de Natacha organizaron las pasadas en un espacio ideado por Francisco Ferrari Inchaupe. Sobre los tópicos de la pasarela de fin de clases –donde irrumpieron modelos profesionales cual Luciana Marinissen– advierte Moragues: “Los temas fueron muy variados, los estudiantes abordaron tanto las artes visuales como la historia, la literatura y el cine”. Sobre los nuevos modos en la FADU, señala Moragues: “Veo un cambio en los diseñadores que salen de la Universidad de Buenos Aires, considero que salen mejor formados, que las cátedras han crecido y las materias que complementan la carrera también, hay nuevas herramientas como el taller de prototipos y el uso de internet. El diseñador debe pensar pero también tiene que sentir el textil, ver los cuerpos se relaciona con ciertos materiales. Suelo sostener que lo sensorial es fundamental para un diseñador, tiene que tener contacto con los materiales, verificarlos sobre el cuerpo antes de poder industrializarlos”.
–¿Considera que el conocimiento de la historia de la moda y los oficios importa tanto como estar informados acerca de los nuevos estilos?
–Es fundamental el conocimiento de la historia y de los oficios, ya que la sumatoria de conocimientos es sobre lo que se va construyendo la cultura. Un diseñador es un hacedor, un constructor que debe resolver problemáticas pero que también es un comunicador social.
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