Vie 03.12.2004
las12

EL MEGáFONO

Educación sexual y visiones religiosas

Por Analia Bernardo

Las objeciones de la Iglesias Católica y algunas evangélicas a la educación sexual en las escuelas y la demanda de que los padres sean los únicos que den educación sexual, contrastan con lo que todos ya sabemos: los padres y madres brindan poca o nula educación sexual a sus hijos e hijas. En gran parte, a raíz de la influencia de la religión cristiana y su visión prejuiciosa de la sexualidad vigente durante tantos siglos.
Hoy día hay mujeres que rescatamos otras visiones de la sexualidad y de los géneros presentes, por ejemplo, en tradiciones precristianas de las culturas originarias, para las cuales la educación sexual era indispensable y se realizaba en los ritos de iniciación donde los y las jóvenes recibían información e instrucción sobre la sexualidad, el embarazo y la anticoncepción, según la cosmovisión sagrada de esos pueblos indígenas, brindada por chamanas y chamanes o ancianas y ancianos que transmitían la cultura. Para estos pueblos la sexualidad no estaba asociada a un pecado primigenio sino que se la celebraba y reconocía en sus mismos dioses y diosas, como Inti y Quilla, Illapa y Pachamama, Alom y Qaholom, Xochiquetzal y Xochipilli, muchos de los cuales eran las deidades de la sexualidad, el erotismo y las relaciones entre los géneros.
En las vasijas moches “de estribo” se han representado en relieve diversas posturas y actos sexuales, donde varones y mujeres expresan una desnudez –completa– y una sexualidad muy naturalista. Y hasta el parto vertical es una imagen común y pedagógica sobre la mejor manera de parir en esas vasijas de uso ritual y de uso cotidiano.
En los pueblos incaicos se practicaba el “matrimonio de prueba” por el cual dos jóvenes convivían, teniendo relaciones sexuales, para saber si iban a llevarse bien antes de celebrar la boda; si la convivencia no resultaba satisfactoria, no se casaban. Tampoco hay que olvidar que las mujeres precolombinas practicaron diferentes formas de anticoncepción utilizando plantas y preparados para evitar el embarazo o interrumpirlo. Relatos sagrados de muchos pueblos originarios utilizan el símbolo de la unión sexual para expresar la creación en sus propios génesis religiosos. Y si bien el modelo de la Pareja Divina era predominantemente heterosexual, tenían distintas miradas para la homosexualidad. Chamanes varones, por ejemplo, se vestían y actuaban como mujeres para captar las energías de la Madre Tierra para curar o profetizar. ¿Por qué sólo pensamos en las dimensiones religiosas de la educación sexual desde la óptica de una religión cuya divinidad sólo es masculina según sus ritos, liturgias y textos bíblicos, y excluye toda visión de una deidad femenina con su propio poder sagrado? Además, si una maestra o profesor enseña a sus alumnos/as que la homosexualidad es una forma “anormal” de vivenciar la sexualidad y el género, ¿no estará violando la ley contra la discriminación vigente en nuestro país? ¿Serán denunciadas las escuelas y el Estado ante el Inadi si se impone el criterio de las iglesias de presentar la homosexualidad como una manera anormal de sexualidad y de género? Aun hay muchos prejuicios en torno a la sexualidad, su enseñanza y los contenidos religiosos que se reflejan y que niegan a las mujeres y los varones. Pero lamentarnos no sirve de mucho y actuar sectariamente para imponer un dogma religioso parcial a todo el mundo, tampoco. Lo que no podemos negar es que las/los jóvenes necesitan recibir algún tipo de educación sexual con contenidos que las y los ayuden a desarrollarse de una forma más íntegra que las generaciones que los antecedieron.


* Investigadora en tradiciones sagradas femeninas.

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