URBANIDADES
› Por Marta Dillon
Es una confesión de edad atroz decir que una recuerda aquella vieja (sí, vieja) publicidad de caña en la que gente atildada (vaya a saber por qué debía ser atildada) se preguntaba por qué a la etiqueta de la bebida le habrían puesto caballos. Era una niña (permítanme un detalle ínfimo de coquetería; me acuerdo, sí, pero no tanto) y no conseguía entender cuál era la gracia de esa pregunta final que después se repetía como caballito de batalla (valga la redundancia) para manifestar sorpresa frente a un hecho cualquiera. Pero, la muletilla es así, se impone a fuerza de repetición, ocupa baches en el lenguaje como el agua llena los espacios vacíos y se instala en el imaginario como un perro faldero en la cama de su amo. Podrán pasar los años, pero quedará la pregunta ¿por qué le habrán puesto caballos?, así como quedó que siempre hay lugar para uno más, aun cuando al desodorante le hayan cambiado la penúltima vocal. Toda esta perogrullada es porque los caballos me vinieron a la mente, o cabalgaron hacia mí cual tropilla desbocada, después de ver la campaña del Banco de la Ciudad para publicitar una de sus líneas de créditos. Vino con suspenso la cosa, se anunció un detective que estaría en canales abiertos a la misma hora, y el detective apareció buscando, justamente, un crédito confiable para un cliente. Finalmente queda tan conmovido el hombre de impermeable que decide él mismo tomar un crédito y ahí llega el final, a toda orquesta, mostrando al detective harto del éxito –gracias al crédito–, éxito que viene rubricado por una señorita de escote generoso que se inclina graciosamente para mostrar sus dibujados encantos sobre el hombre de marras. Entonces una se pregunta ¿era necesario poner a la chica ahí?, ¿eh? Y la pregunta cala hondo, ¿era necesario que una entidad estatal acuda a tan chabacano recurso cuando por otro lado se invierten recursos en eliminar el sexismo, crear servicios contra la violencia sexista, imponer la educación sexual desde el inicio de la escolaridad y no sé cuántos otros loables intentos por eliminar todas las formas de discriminación hacia las mujeres?
Cuando todavía no se me había pasado la mala espina por ese detalle para la mayoría inocuo, me encuentro con otra publicidad de otro banco estatal, esta vez el Provincia, que para vender su línea de seguros de autos utiliza dos mujeres, una bella, flaca y en cola less y otra menos bella –sobre todo por la expresión– igualmente flaca para mi gusto pero con gesto de sisebuta y bien tapada por gorros y pareos que parece, en la imagen, estar retando a su marido gordo y mal entrazado por mirar a la beldad de nalgas al viento. “Que ese sea el único problema del verano”, desea la línea de seguros del Provincia, olvidando por completo que en la provincia de Buenos Aires, a la que le corresponde el banco llamado a secas Provincia, mueren más mujeres por violencia doméstica que en asaltos y otro tipo de delitos. ¿Por qué le habrán puesto mujeres?, ¿es que las mujeres no tienen auto, que los varones tienen la risa más fácil o es que a los creativos no se les ocurre nada mejor?
Lo cierto es que aun cuando hayan pasado más de cincuenta años de feminismo y aun cuando una mire sobre el hombro pensando si no será tiempo ya de dejar de pensar en el gueto mujeril para abrir el horizonte al periodismo con mayúsculas –hay que decir que cuando una “confiesa” que se dedica a temas de género hay demasiadas cosas que explicar, casi como pidiendo disculpas por no hacer cosas “más serias”–, la vida más que sorpresas da cachetadas y el desierto se abre ante los ojos como único legado para las hijas mujeres: Hija, algún día todo esto será tuyo.
Hija, algún día tú también deberás encontrarte con el chiste misógino, el comentario sexista, la nostalgia del macho argentino por el tiempo en que nosotras nos depilábamos regularmente sin olvidarnos ni una vez, la gracia constante y sonante porque no difundimos suficientes recetas de cocina. Hija, algún día el mundo tendrá en sus cumbres más importantes y severasmujeres de trajecito que desmientan que existe desigualdad en las oportunidades, y sin embargo, hija mía, seguirá habiendo mujeres para que se entienda que rodeado de ellas un hombre es exitoso y culos rubicundos para venderte banda ancha porque la fantasía también existe y está siempre asociada al culo, por lo menos en este culo del mundo.
Entonces, hija, entenderás por qué seguimos haciendo suplementos de mujeres. Aunque parezca aburrido, aunque parezca repetitivo, aunque parezca, sencillamente parezca, que ya no hay razones. Y no, no hay razones, pero siguen poniendo mujeres.
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