Vie 29.07.2005
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› Por Soledad Vallejos


La verdad sea dicha: era uno de esos placeres culposos que una disfruta no tan a escondidas pero sí jugando a cancherear con el gestito de yo-lo-veo-con-espíritu-crítico-me-divierto-y-me-la-banco. Casi era un clásico llegar tarde los miércoles y anestesiarse con esas lejanas (tan distantes nos parecían las escocesas, las inglesas; tan retro la estética; tan inverosímil la posibilidad de que existieran esos problemas de la vida privada, esos relatos personales, esas soluciones en el Primer Mundo) historias de mujeres que un buen día se volvían rebeldes y hacían, con ayuda de la tele, lo más alocado a su alcance: irse a la casa de otra familia, a suplantar a la esposa que a su vez ocuparía su lugar en su propia casa, mientras los días renovados de ambas eran minuciosamente registrados por un equipo de grabación. Ya habíamos descubierto, más que dinámica, la rutina de cada programa: esposa acostumbrada a marido colaborador (no vamos a retomar la clase sobre labores domésticas y género aquí) fácilmente acusable de pollerudo por los muchachos del barrio cambiaba con esposa de autoestima cero rodeada de niños demandantes y marido de lo más parecido a Homero Simpson. Todos y todas sufrían, se peleaban y al cabo de un par de semanas ellas regresaban al nido, generalmente ansiando reencontrar su rutina tras haber tambaleado al ver que otras vidas son posibles.

Esta semana, todo eso apareció descripto en la publicidad de un diario como “la experiencia televisiva que está cambiando al mundo entero”. Socorro. Cambiemos esposas, el programa que pone dadaísta la pantalla de la señal People+Arts, está buscando casos argentinos, uruguayos, chilenos, brasileños, latinoamericanos, en suma, como para que la cosa tome otro clima. En el aviso, como para que vislumbremos el dramático giro del cambio que puede imprimir un reality que parece soñado por esos teóricos funcionalistas del mundo cotidiano, el hipotético marido dice: “cambio esposa”. Describe: “25/45 años/ Cocina/ limpia/ plancha/ Excelente estado”. Ja. La hipotética casada dice: “Esposa busca”. Especifica: “Familia que aprecie/ entienda necesidades y ayude a limpiar la casa” (porque sólo desea comprensión y pide tímidamente que la quieran). Eso sí, como para desalentar a todo aquello que pueda diferir de una familia levemente disfuncional, la restricción queda patente: “swingers abstenerse”. ¿Cómo era eso de “primero, buscaron a... ahora están golpeando a mi puerta”?

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