CLASIFICADOS
› Por Roxana Sandá
La última vez que se presentó en la dirección que le indicaba el aviso no supuso ni por asomo que un desconocido futuro empleador iba a esperarla con sillas de diferentes alturas para comprobar el largo de sus piernas. Adivinó el apuro súbito cuando los ojos del fulano recorrieron molestos el pantalón de denim más holgado que se hubiera visto en guardarropa alguno. Fin de la entrevista. Deje su currículum. La chica en cuestión (23 años, secundario completo, mucho de inglés, algo de computación) sabe de jornadas diarias en pos de alguna labor secretarial, pero la suerte se le viene escurriendo por culpa de esas pretensiones casi obscenas de belleza, desparpajo y piel a la vista. No lo sabe, pero integra una familia digna de ser analizada por cientistas sociales: su caso podría incluirse en ese 16,6 por ciento de mujeres que sufrieron algún tipo de acoso sexual en el ámbito laboral, y el de su madre, administrativa de empresa empaquetadora, en el de los que aprendieron a soportar el pan amargo de los hostigamientos cotidianos al personal. Y esto viene a cuento porque en la Argentina el 6,1 por ciento de los hombres y el 11,8 por ciento de las mujeres sufren algún tipo de violencia física o psicológica en el ámbito laboral, cifras que la colocan a la cabeza de los países encuestados. Lo que son las cosas: el registro sólo es superado por Francia, escena de choques virulentos por un polémico contrato de empleo que trata a los jóvenes como variable de ajuste, para decirlo finamente. La crisis social que tiene en sus manos Jacques Chirac encierra un factor elevado de violencia física o psicológica entre el 11,2 por ciento de los hombres y el 8,9 por ciento de las mujeres, en tanto que al 19,8 por ciento de estas últimas les toca enfrentar incidentes sexuales.
Por suerte, habemus Conferencia Internacional del Trabajo para reconocer que “el acoso sexual en el ámbito laboral es perjudicial para el bienestar y la productividad” de las trabajadoras, “así como para sus perspectivas de empleo y promoción”. Las sillas más altas o más bajas en las entrevistas laborales vernáculas son apenas una metáfora de la desocupación, que a la fecha y de acuerdo con un estudio reciente del Ministerio de Trabajo, afecta a 710.000 jóvenes y adolescentes sobre 1,8 millón de personas sin trabajo: 331.000 mujeres y 387.000 varones.
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