CLASIFICADOS
› Por Roxana Sandá
El día que leyó el aviso del diario se le revolvieron las tripas con la misma violencia que se le estremecen cada vez que ve perder a Quilmes, el equipo de sus amores y sus desvelos. Justo él tuvo que leerlo, con lo que viene remando para conseguir algo que lo aleje del bolsillo paterno y de las dádivas maternas. Sobre todo de ésas, porque no soporta la mirada lastimosa de su madre, suplicando en off el milagro de un trabajo, de que él, a los 17 y con el secundario pegoteado contra su voluntad (nunca le gustó la escuela, sentenció un domingo el cónclave familiar) consiga “algo”. Hay una novia, y una amiga y una vecina que también le hablan de conseguir “algo”. El se justifica advirtiendo que todavía no conoce de memoria todas las rajaduras del techo de su habitación, que en menos de un año fue cadete, repartidor, ordenanza, ayudante de verdulería, chico de delivery (tiene bicicleta) y paseador de perros. Conseguir “algo”, entonces, le decía al coro de mujeres, no era la cuestión, sino cómo lograr no sentir el abuso indisimulado que sobre él ejercían sus empleadores. Tema abordado con sus amigos: “todos son iguales”, “son unos explotadores pero no queda otra”, “juntá unos mangos y mandalos a la mierda” eran las rutas que siempre desembocaban en el mismo agujero negro de lo que él consideraba la derrota. Por eso, cuando aquella mañana leyó el clasificado que solicitaba “chico con experiencia” para lavar autos, es decir, con experiencia anterior inexcusable para enjabonar, enjuagar y trapear, sintió que alguien, en algún sitio, le estaba tendiendo una trampa que nunca se detendría. Una especie de caída libre (estaba ocurriendo en ese momento, a través de ese aviso y de todas las humillaciones laborales que los adultos le prodigaban) en red, donde él, sus conocidos, su novia, su amiga y todas las vecinas del mundo que tenían 15, 16 o 17 años estaban unidos por la misma desazón de ese “algo” que los sometía con urgencia. Y les demandaba hacer la vista gorda a la evidencia de una explotación descarada. Justo a ellos, que en su tremenda adolescencia no hacían más que tragarse la vida en cada pestañeo.
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