Malena no es bilingüe (mal hecho). Malena no tiene experiencia laboral, egresó del secundario el año pasado y aún no consiguió empleo (mala suerte). Malena no tiene PC, maneja de reojito las computadoras de sus amigas cuando la dejan, y nunca fue bicho de cyber; es rellenita, tiene unos ojos negros increíbles, pero no supera el metro sesenta: los trabajos que requieren excelente aspecto la desprecian. Por lo general no reside “en zona” ni tiene “movilidad propia” (su familia lleva pegado el olor a colectivo). Malena tiene una relación fluida con algunas manifestaciones artísticas que no suelen darse por televisión, aunque no comprende muy bien eso del “elevado nivel cultural” que le exigen para ser repositora. Malena no se muestra hosca pero, adolescente como es, reniega de las sonrisas en oferta: “No existe –como dicen los avisos de búsqueda de cobrador– la vocación por atender al público” (paciencia). La desocupación feroz viene cebando fuerte a empleadores descarados, que ahora pretenden una postulante “no fumadora”, que “omita remuneración pretendida”. Exigen que Malena les regale, una gran “vocación de servicio”, que sea “proactiva”, tenga “excelente dicción”, “predisposición para el trabajo en equipo” y que exhiba una “personalidad dinámica”. A cambio le prometen “atractivas condiciones de ingreso”, “amplias posibilidades de desarrollo” y “un grato ambiente de trabajo”. Sobre esto habla la psicoanalista Silvia Bleichmar cuando se refiere a la “desubjetivización que implica la inclusión social”, en tanto “obliga a muchísima gente” a “olvidarse de ser quien uno era para poder incluirse en las nuevas formas de la producción”. Malena va entrando de a poco en el circuito de la amnesia, pero jamás olvida su atado de nicotina diario. Al parecer, la flexibilización laboral todavía no pudo meterse en las células nerviosas de su cerebro para desactivarle la adicción.