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Viernes, 29 de septiembre de 2006

CLASIFICADOS

Modelo de calce

 Por Roxana Sandá

Productoras y estilistas de moda lo dicen: aquí, en la Argentina, los parámetros de masa corporal que rellena a las mujeres son de bienestar, sin duda. Algunas, como una productora llamada Florence Argüello, sostienen que las modelos vernáculas se afinan en salud, sobre alturas de 1,75 por donde se les distribuye un pesaje de entre 55 y 57 kilos. Declara Argüello que no es gordura pero sí relleno aceptable. Tan correctas parecieran las medidas en estas tierras, que nunca tendríamos los sobresaltos madrileños, montados a las campañas antianorexibulimia, como las llaman en Colombia donde, entre paréntesis, el diseñador Carlos Valenzuela impresionó el año pasado con su “Menú de la ropa sana”, armándoles a sus modelos peinados con fetas de salmón, queso parmesano y baguetines. A la hipocresía del mercado no se la pone en una balanza, y menos a sus diretes con lógica de decretos. Días pasados, una directora de escuela de diseño de moda (sitio educativo donde se supone a futuros hacedores de vestuario abriendo sus mentes para imaginar humanos enfundados en texturas más libres) antepuso la importancia de la educación por sobre el control de la oferta. Deberíamos, según su criterio, trascender vidrieras para ejercer conciencia individual. Lo que hagan el mercado y sus bufones, ¡allá ellos! Ni esclavas ni sumisas; quizá un poquillo mamertas. Porque, habráse visto cómo se pone una, después de comerse ese caramelito en rollo educativo, cuando se encuentra con un aviso de búsqueda de personal femenino para “modelo de calce” de tienda prestigiosa, que exige 90-68-98, 1,70 de estatura ¡y 38 centímetros de espalda! Vamos, a no ser remilgonas, que hay que educarse: entren a www.vitamina.com.ar y vean esos cuerpos y esos rostros de Jazmín Stuart y Juana Viale que salsean a lo diet el mercado argentino de los jamones desgrasados, pero con onda. Y que sigan las conjuras de necias y necios o de giles, tatuándose el peso deseado en la proa o en la popa, que para la industria de la indumentaria el yeite es muy otro. Ya saben: las penas son de nosotras, las vaquitas... ¡Buen provecho!

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