CLASIFICADOS
› Por Roxana Sandá
En 2006, este suplemento publicó un informe sobre la situación de niñas y niños que trabajan. Entonces se estimaba que cerca de medio millón de personas de entre 5 y 17 años realizaban actividades económicas que entorpecían, por decirlo de una manera delicada, el pleno desarrollo de su escolarización, salud y capacidades. Un año después, las cifras no sólo persisten sino que figuran incompletas, pues aún falta procesar los datos elaborados por la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes en Córdoba y Misiones. En el caso de las niñas, la globalización laboral argentina no distingue entre mejores y peores formas de trabajo infantil a la hora de emplearlas como cosecheras de algodón, limpiadoras de hojas de tabaco, recolectoras de plantaciones yerbateras, sirvientas, cartoneras, explotadas sexuales, malabaristas de semáforos, utilizadas en el tráfico de drogas o como pequeñas modelos para castings. En el pueblo de Nemesio Palma, sobre el límite de Corrientes, la mayoría abandona la escuela a los seis años para empezar a trabajar, y muchas quedan embarazadas a los 12 o 13 años tras ser violadas por sus padres u otros adultos. En los circuitos próximos a la estación Liniers del ferrocarril Sarmiento, afiches callejeros y volanteadas en las esquinas las convocan para vivir del “modelaje”. Ambas situaciones se replican en cada zona urbanizada o ruralizada del país. La directora de la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para la Argentina, Ana Lía Piñeyra, reconoció este miércoles, tras conmemorarse el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, que “unos 20 millones de niños” están afectados por el trabajo rural infantil en América latina, de los cuales unos 7 millones lo padecen en “sus peores formas”, “lo que les impide adquirir conocimientos y calificaciones básicas a través de la educación”. Esta semana, la Comisión Nacional de Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), del Ministerio de Trabajo, presentó el Plan Nacional de Erradicación y Prevención del Trabajo Infantil junto con la OIT, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Unicef Argentina, pese a que el organismo oficial lleva años diseñando e implementando otras iniciativas, como el Programa Nacional para la Prevención y Erradicación Progresiva del Trabajo Infantil Rural, un convenio de cooperación con la Federación Agraria Argentina (FAA) y la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre). En esta entrega, el plan tiende a reparar los mismos ítem que enumera cada año. “Lamentablemente –dijo en estos días el ministro de Trabajo bonaerense, Roberto Mouilleron–, buena parte de la ciudadanía naturalizó este problema. Estamos acostumbrados a que un chico o chica nos pida una moneda, nos venda una estampita o nos limpie los vidrios del auto en una esquina.”
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