TRAVESTISMO TRASH
› Por Naty Menstrual
¡Chicas, qué alegrón! El otro día me quedé pensando en la línea 108, y pensé que era una injusticia que el gobierno de la Ciudad haga de todo, menos algo por nosotras. ¿Qué quiero decir? Imagínense, queridas mías, una línea 108 que nos provea del hombre necesario para ser feliz. Sí, así como lo leyeron. Por ejemplo:
Línea 169
Ninguna mujer indigente de amor en la ciudad.
Ninguna mujer en garras de un hombre vil o mandón.
A que suena bien, a que las líneas reventarían. Una podría pedir las características deseadas, y una gran computadora analizadora de atributos masculinos se encargaría de darnos el espécimen necesario. Elegiríamos todo: color de pelo, cantidad de neuronas, color de ojos, atributos sexuales, gustos, obsesiones (para desarrollar nuestra partecita patética). Quiero, sí, una línea 169 para lograr el hombre necesario.
Y así sería muy divertido escuchar los pedidos y las ofertas que van saliendo y entrando. Gordos, flacos, barbudos, lampiños, maricones (porque, en el fondo, a muchas nos encantan los maricones, son la combinación equilibrada y perfecta de lo masculino con una amiga confidente y divertida), uno increíblemente amable y cero egoísta que nos espere siempre a que acabemos, otro que nos llene de besos todo el tiempo, aquel que nos saque a bailar Te tengo bajo mi piel de Frank Sinatra en boxer blanco mientras prepara una cena de exquisito sabor afrodisíaco, alguno que se dé cuenta de que nos compramos un vestido nuevo o nos cortamos el pelo, el que nos traiga una rosa roja cada vez que sale del trabajo y venga a dárnosla corriendo: el hombre perfecto. Eso sí: tendría que existir el derecho al reclamo, porque no nos van a decir que nos lo dan de por vida; eso sería un gran engaño, seguiríamos con más de lo mismo.
Podríamos ir probando –¿viste que una va cambiando?–, depende del día, depende de si estás con el período, o de si hace días que no vas a al baño. Y ahora que digo eso del baño... porque les cuento que soy de tránsito lento, como dicen en las publicidades de la tele, aunque para otras cosas transite muy rápido... sería así como “el hombre laxante”, ése que te mantiene relajada, sin dolor de cabeza y sin panza. ¡Así lo quiero: el hombre cirulaxia!
¡Sí, chicas! Si votamos, tenemos derechos. Exijamos a nuestros gobernantes que queremos eso. Si estamos felices (con un hombre al lado), hacemos todo mejor, aunque lo neguemos: somos mejores madres, mejores amigas, mejores en el trabajo. Aunque se me enojen las feministas, es cierto, o sea, me explico: si una está bien en el amor, quiero decir, elijas lo que elijas a nivel sexo, etcétera.
Imagínense si pudiéramos tener más de uno, algo así como un-hombre-con-repuesto: depende del día, de lo que creamos necesario, estarían en el placard, colgados de unas perchitas de diseño italiano. Y así nuestro corazoncito diría, mientras hojeamos un gran catálogo: “Mandame uno igualito a Brad Pitt”, o a Matt Dillon, o, en el caso de ser más latina, a Antonio Banderas, o a uno que me sirva de guardaespaldas como Osvaldo Laport pero con taparrabos puesto y que se corte ese pelo, por favor.
Ay, ya sé, es sólo un sueño. Aunque a veces los sueños se cumplen... ¿O los sueños, sueños son? ¿Será cierto?
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