Vie 17.11.2006
las12

VISTO Y LEíDO

Fin del hechizo

› Por Liliana Viola

McCaughrean, Geraldine
Peter Pan de rojo escarlata
Alfaguara
$ 28

La historia de Peter Pan fue un éxito en cuanto apareció, en Edimburgo, a principios del siglo XX. Primero como obra de teatro y cinco años después como novela, a pedido del público. La fórmula es nostálgica y perfecta: los niños perdidos, descuidados por niñeras irresponsables, viven en el País de Nunca Jamás, donde a cambio de una infancia sin familia, serán niños siempre. El enemigo, Garfio, es pérfido pero pusilánime y el toque femenino tiene dos caras: Wendy, la racional, y Campanita, la enamorada.

Así como Lewis Carroll se inspiró en la Alicia que paseaba con él por los jardines de Oxford, J.M. Barrie tomó como modelo a cinco chicos que se paseaban por los jardines de Kensington, en Londres. Antes de eso, solía escuchar las historias de piratas que su madre les contaba a él y a sus nueve hermanos. Tenía siete años cuando se murió uno de los niños, el favorito de su madre, que cayó en una fuerte depresión. Entonces él, mientras pudo, se vistió con las ropas de su hermano para reparar el dolor y atraer algo de la atención perdida. Años después, el periódico local publicó su primer relato, justo el día de la madre, lo cual para él significó una señal de que sería un escritor.

Digamos que si éstas y otras tantas escenas tuvieron alguna relación con lo que fue el argumento de Peter Pan, ahora son otras razones, mucho más influidas por el marketing y la contabilidad, las que motivaron “la segunda parte autorizada”, que apareció este año en las librerías del mundo. El escritor, que murió en 1937 sin descendencia, había donado los derechos de su personaje a un hospital infantil, el Great Ormond Street. Como el año próximo se cumplirán los 70 años de su muerte, esos derechos pasarán a ser de dominio público. Entonces, la institución organizó un concurso entre escritores del todo el mundo para dar con la secuela oficial. La autora elegida es inglesa y tiene una larga trayectoria en la literatura para niños. Su historia comienza cuando los ya adultos Wendy, John, Slightly, Tootles, Curly y Nibs –uno de los personajes murió luchando en la Primera Guerra– se reúnen alarmados porque tienen sueños extraños con el país de Nunca Jamás. Comprenden que Peter está en problemas y deciden volver a volar, se visten con las ropas de sus hijos, mienten a sus cónyuges y parientes, y se marchan. La acción está situada en la década del ‘20 y el respeto innecesario por el léxico y la moral del autor hace que las reflexiones resulten muy pasadas de moda. Las mujeres se ocupan de servir el té, de organizar la ropa y Peter no pierde oportunidad de decir que las chicas no sirven para la acción. Se ha modificado, en cambio, la personalidad de dos personajes clave: Peter es caprichoso, tiránico y dificultosamente entrañable. Garfio, vencido y mucho más calmado, sólo es reconocible por su temor al “tic tac”.

Todo hace pensar que no existe un País de Nunca Jamás donde las obras no escritas esperan a quien las rescate. O si existe, a Geraldine McCaughrean le faltó un poco de polvo de hada para llegar tan lejos.

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