Vie 28.09.2007
las12

VISTO Y LEíDO

Aclarar no oscurece

› Por Liliana Viola

Alejandra Laurencich
Historias de mujeres oscuras
Editorial Norma
230 páginas

No tan oscuras las mujeres de estos cuentos como oscurecidas por la insistencia del cliché. Mujeres recurrentes a punto tal que se podría decir que es la misma en cada relato, o una franja de ella misma, sufriente y a la vez humorista, patética por tan reflexiva.

Alejandra Laurencich, que ya en su libro de cuentos Coronadas de gloria (2002) representó ciertas escenas de la vida femenina, ahora arma un elenco de señoras —”hace rato que me dicen señora”, ellas podrían acotar compungidas— que, conscientes de su insatisfacción, se enfrentan al espejo.

La primera persona, las conversaciones entre amigas, entre madre e hija, los recuerdos ponen en evidencia un denominador común. ¿La oscuridad? No, estas mujeres no son oscuras, en todo caso se acercan a la personificación femenina del loser, que desde que apareció en el mapa de la modernidad, ha sido siempre varón. Perdedoras entonces, un mundo que les ha prometido y exigido acciones que no concuerdan. Contracara de la “ganadora” que no tiene aún definición ni tampoco modelo vivo. Mujeres que han cumplido con una parte del mandato y desconocen cuál es la otra parte que hay que completar para sacar el certificado. Además, no creen en los certificados. No son las románticas de las novelas rosa, no son las amargadas burguesas e insatisfechas de Dorothy Parker, ni menos aun las clamorosas treintañeras del chic lit. La preocupación no se ahoga en un mar de hombres que no llaman por teléfono, ni en machistas golpeadores, ni salvajes que no saben conversar.

Ellas tienen todos los males: menopausia, hijos en edad escolar, trabajo mal pago, limpieza de la casa, una infancia demasiado lejana aunque no tan olvidada como para el almíbar, inseguridad y la certeza de saberse más lúcidas que la media.

En estos relatos breves, una mujer deambula melancólica o disgustada por cada lugar común que se le presenta. Sin dudas allí se cruzará con muchas otras mujeres a las que les pasa lo mismo. Ahí está el consuelo.

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