LA VENTA EN LOS OJOS
› Por Luciana Peker
“¿Y a vos cómo te hace sentir?”, pregunta un nene, de unos 9 años, pinta de chico ingenioso que puede pasar un casting de Agrandadytos, antes de mostrarse con un vaso –el disparador de sus sentidos– y transformarse en dibujito, mientras la música apura el ritmo y él (o su versión dibujada) va cambiando de planos –cualquier similitud con los pases de pantallas de los jueguitos electrónicos no es pura coincidencia– mientras su jugo lo transporta en un tour adrenalínico por pistas de skate siempre montado en una burbuja naranja.
“¿Y a vos cómo te pega?”, es una pregunta clásica sobre el efecto de sustancias alucinógenas. Ya es chiste de los Simpson la experimentación sesentista con imágenes psicodélicas de fondo y una espiral infinita como símbolo de un cerebro con las puertas de la percepción –y la experimentación– bien abiertas. No parece haber entre esa imagen y esta publicidad de Tang la suficiente diferencia. O, dicho claramente, la idea de que un jugo diluido funcione de alas mágicas traspasa la valla de la mentira publicitaria para entrar en el terreno de la falta de ética. “¿A vos cómo te hace sentir?”, les pregunta Tang a los chicos, que hoy por hoy, son los grandes decididores de las marcas de consumo en los supermercados. ¿Cómo va a hacer sentir un juguito de naranja? Rico, fresco, placentero, refrescante... No es poco, pero –incluso cuando hoy se agreguen vitamina B1, B3 o minerales– no hay mucho más que pueda subir por un sorbete.
No se trata de hacer apocalipsis sobre los efectos colaterales de los jugos, pero sí de advertir sobre la asimilación del consumo –tomar, comprar, probar, gastar– con la posibilidad de evadirse de la realidad. Y, en este sentido, el marketing de Tang no es excepción, sino tendencia. También la línea Yahoo promociona su nueva colección sports (la bebida deportiva exclusiva para niños) mostrando a un chico que, después de bajarse un cartoncito de tropical mix, empieza a nadar como José Meolans para orgullo del padre que remata: “Mi hijo es un campeón” –con voz de “no lo puedo creer”–. El mensaje reinante tiene un par de latiguillos: jugo=mágico, consumo=mayor rendimiento, mayor competitividad=padre más satisfecho, mayor lucimiento=más amor.
En el Centro de Estudios Sobre Nutrición Infantil (Cesni) proponen un código de ética para reglamentar la promoción de los productos comestibles y en el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya estudian si las promociones de alimentos como mágicos no infringe la prohibición de realizar publicidad engañosa. ¿Qué era, si no, la tanda de Danonino en donde un pibe petisito era expulsado de la cancha de básquet y, recién podía volver a jugar después de comerse un Danonino y convertirse mágicamente en alto? Sin embargo, hasta ahora no hay frenos. Los jugos venden cada vez más (el consumo en supermercados, de julio del 2005 a junio del 2006, aumentó un 4 por ciento, según la medición de la consultora ACNielsen) y, evidentemente, van por más a cualquier precio. Los chicos pueden tomarse un buen trago. Pero no tienen por qué comerse un modelo de exitismo mágico.
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