LA VENTA EN LOS OJOS
El maquillaje es una mala palabra en términos políticos –en tiempos del triunfo de la supuesta no política– porque implica mostrar algo que no es y dejar de mostrar algo que sí es. Sin embargo, en la política estética –que es políticamente crucial para la vida de las mujeres– el maquillaje es una de las herramientas más benignas, útiles, no cruentas, bondadosas, útiles, democráticas y lúdicas en la paleta de mandatos, mercado y deseo que dibujan –y desdibujan– el cuerpo de las mujeres del siglo XXI.
El maquillaje no duele –como la depilación–, no implica privaciones –como las dietas– riesgos, deformaciones o tajos –como el botox, el colágeno o las cirugías–, ni sacrificios –como los abdominales–. En el menú de daños colaterales de la feminidad estirarse las pestañas con líquido negro, acalorarse los cachetes, disimularse las ojeras y/o brillarse los labios son preferencias naïf al lado de la Ravenamanía de las 600 calorías. Incluso, son deseos que –lejos de taparnos– nos proyectan mejores, distintas, diferentes según los días o los tonos de labial o de sombra.
En este sentido, el lanzamiento de la línea Dermablend, de Vichy, de maquillaje correctivo, en donde se promociona a través de los clásicos retratos de primeros planos a las pieles perfectas, pero, en este caso, notoriamente enrojecidas, sensibles o con enfermedades dermatológicas como la psoriasis no excluye o esconde a mujeres con imperfecciones sino que muestra un producto que ayuda a las mujeres a mostrarse como se quieren ver, sin dejar de verse como son y sin dejar de lograr verse mejor. En L’Oreal la publicidad de la base Accord parfait está desarrollada y vendida para adaptarse al color y la textura de la piel y en la publicidad se muestran mujeres de tono claro, medio y oscuro –aunque sería ideal que incorporaran de modelos a las morochas argentinas– pero, al menos, se intenta que los maquillajes promuevan diversidad y no uniformidad. En cuanto a la edad, la misma empresa eligió a Jane Fonda –ok, todas le reprochamos haber inventado eso que los gimnasios llaman gimnasia modeladora– y que a los 60 sigue siendo modelo. Por un lado, la cuestión pesada es que a los 60 sigue habiendo modelos. La contracara leve es que en las publicidades cosméticas ya hay arrugas –no todas eh– que ni Jane, con tanta modeladora encima...
Por último, Avon lanzó en Argentina el premio a las mujeres solidarias, con treinta mil pesos para tres emprendedoras que tengan un proyecto de acción solidaria en salud, desarrollo social y promoción cultural. Es cierto que a veces la caridad también es maquillaje. Pero en tiempos de no política, la acción no es máscara, sino, en todo caso, promocionar una mejor cara de las mujeres. Maquillaje no es mala palabra.
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