Vie 06.09.2002
las12

ARQUETIPAS

La envidiosa (pero bien)

› Por Sandra Russo

–Me encanta tu casa.
–Sí, es linda.
–¡Está buenísima! ¡Toda llena de luz!
–Sí, es muy luminosa.
–¡Y qué onda! ¡Parece japonesa!
–Sí, toda blanquita.
–Ay, yo quiero una casa como ésta.
–Bueno, pero la tuya también es linda, y es más grande que ésta.
–Sí, pero la tengo muy recargada.
–No, no es recargada.
–Ay, sí, siempre digo que voy a tirar los retablos peruanos y las artesanías mexicanas, pero estoy encariñada.
–Che, hablando de otra cosa, ¿y tu laburo?
–Ay, más o menos, dentro de poco me van a pagar con servilletas de papel. ¿Y vos?
–Yo también, más o menos.
–Pero tu trabajo es mucho más interesante que el mío.
–¿Te parece?
–Ay, sí, nada que ver. El mío es un plomo.
–Bueno, el mío no te creas que...
–No, no, nada que ver. Tu trabajo te da roce, viajás...
–Viajaba.
–Bueno, no importa. ¡Si yo pudiera tener un trabajo así!
–Che, alegrate de que tenés trabajo.
–Sí, pero lo tuyo reconforta, gratifica, lo mío es pura rutina.
–¿No habías empezado a cursar Historia del Arte?
–Sí, pero dejé. ¿A vos te parece estudiar Historia del Arte en este país? Es como estudiar alta costura en Ruanda.
–Bueno, pero si te interesa...
–Me interesa, pero tendría que haber seguido cuando éramos chicas, como vos.
–¿Y de amores?
–No me hablés. A veces en lugar de una mina me siento un matamoscas.
–¿Por qué?
–¡No sabés los bichos que me engancho! Uno peor que el otro. Melancólicos. Bipolares. Autodestructivos. ¿Y Pablo?
–Pablo bien, pero ahora no me vengas con que querés un marido como Pablo.
–No, no, qué voy a querer tener un marido como Pablo. Como Pablo no hay dos.

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