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el caballero
› Por Sandra Russo
–¿Y?
–Un caballero.
–¿Viste?
–Estuvo perfecto.
–Te dije.
–Después de cenar, fuimos a tomar un helado y después a tomar un café.
–¿Y después?
–Después me dijo: te llevo a tu casa. No me lo preguntó, lo dijo así: te llevo a tu casa.
–Con carácter.
–Eso. Bien masculino.
–¿Y?
–Y me llevó a mi casa. En el camino yo pensaba: ¿querrá bajar?, ¿querrá subir? Me moría de los nervios.
–¿Por? ¿Qué tiene si subía?
–¡No sabés lo que era mi casa! ¡Me probé veinte vestidos antes de salir! ¡Dejé todo tirado! Yo pensaba: si sube, sonamos. Va a creer que soy una mina súper desordenada.
–Sos súper desordenada.
–Ah, bueno, ¿y eso qué tiene que ver?
–¿Y?
–Llegamos a la puerta de mi casa, me dijo que lo había pasado muy bien, me dio un beso en la mejilla y se fue.
–Un caballero.
–Un caballero.
–¿Viste que te dije?
–Tenías razón. Yo estaba atormentada pensando que el tipo se me iba a querer tirar encima enseguida, y nada. Un caballero.
–¡Se le nota que es un tipo educado, ubicado, correctísimo!
–¡Pero es mi jefe!
–¿Y? ¡Es un ser humano!
–Ahora... yo pienso, ¿no?
–¿Qué?
–¿Le gustaré?