ARQUETIPAS
El postre
› Por Sandra Russo
–No tengo el menor interés en volver a verlo.
–¿Por qué?
–Porque a mí nadie me trata de esa manera.
–¿Qué te hizo?
–Algo que a una mujer no se le hace.
–¿Por ejemplo?
–Hasta me da pudor contártelo.
–Che, soy tu amiga.
–Pero es algo...
–Mirá que venía bien. ¡Estabas tan entusiasmada!
–¡Yo me entusiasmo con cada cosa!
–¿Pero qué pasó? ¿No fue?
–¡Ojalá no hubiera ido! ¡Llegó puntual, perfecto, divino, elegante, amable, divertido! En la cena parecía el candidato ideal... Buen pasar, culto, informado, de esos que mientras estás sacando el cigarrillo del paquete ya están manoteando el encendedor...
–¿De esos?
–De los que no te dan tiempo a elegir el postre. Te lo eligen ellos.
–¡Chau! ¡A mí nunca nadie me eligió el postre!
–Es una buena sensación. Recomendable. Te sentís... guiada, como en el tango.
–Mirá vos. ¿Y qué pasó?
–Y después nos vinimos a mi casa, y ¿podés creerlo?
–¿Se durmió?
–No, no se durmió, ¿cómo se va a dormir?
–A mí uno una vez se me durmió.
–Bueno, pero a vos te pasan cada cosas...
–¿Y qué hizo?
–¡Se pasó tres horas hablándome de la ex mujer! ¡Y me hablaba bien!
–¡No!
–Sí, sí, la mina más increíble de su vida. “Incomparable”, dijo. Se va a la puta que lo parió.
–Che...
–¿Qué?
–¿Y qué postre te pidió?