TALK SHOW
perfume de obscenidad
› Por Moira Soto
Con amantes así, Baudelaire está salvado de la solemnidad de sus comentaristas, glosadores, explicadores, a la vez que es arrimado al público más desprejuiciado, que después de ver y oír La amante de Baudelaire, probablemente saldrá con ganas de procurarse, si no las obras completas del poeta y crítico francés, al menos Las flores del mal y El spleen de París (además del disco que se vende en boletería). Por otra parte, quienes ya conozcan a este escritor extremo, procesado por ultraje al pudor en su momento, podrán reconocer en esta creación teatral de Fernanda García Lao, sugestivamente puesta en escena por Maby Salerno, su espíritu fatalista, el culto de la otra belleza –que anida en lo decadente, lo horrible, lo corrupto–, el éxtasis y la languidez.
Todo ello a través de la mirada admirada, pero también atrevida de García Lao que, entre otros hallazgos, ha sabido convertir algunos poemas de B. en boleros feroces que ella misma entona, actúa, sobreactúa, aúlla, según se trate de Canción de siesta (“Te adoro, frívolo mío/ con mi terrible pasión,/ con íntima devoción./ Me hieres, moreno mío/ con una risa de burla/ y en mi corazón después/ posas tu mirar de luna/ A veces para calmar/ mi misteriosa locura/ con gravedad me prodigas/ el beso y la mordedura...”) ; La muerte de los amantes (“Tendremos un lecho/ de suaves olores,/ divanes profundos/ como sepulturas/ y flores extrañas en los aparadores...”); Demasiado alegre (“Así quisiera yo una noche/ cuando da la hora del placer/ (...)/ Magullar tu seno/ castigar tu carne/ y abrirte una herida larga y profunda./ Y a través de esos nuevos labios/ más deslumbrantes y bellos/ mi veneno infundirte”); Madrigal triste (“Qué me importa tu cordura,/ sé bella, sé triste,/ que el llanto al rostro/ le agrega hermosura”); El vampiro (“Tú, que en mi corazón dolido/ entras como una cuchillada/ más fuerte que un rebaño de demonios/ (...)/ Estoy ligada/ como el galeote a sus grillos,/ como el borracho a la botella,/ como el gusano a la carroña.../ Maldito vampiro, malditos tus besos).
Por cierto, ésta no es la historia de una de las amantes de Baudelaire, sino la de una cantante que –pese a los bellos temas que hace, con oportuna música de la propia García Lao y de Gabriel Chwojnik– no da pie con bola, va de fracaso en fracaso, en su carrera artística, y también en la sentimental. Porque le escribe una carta por mes a su novio, y él como si nada. La pobre Hipólita, que usa la ropa maravillosamente extravagante de Magdalena Banach, está a punto de tirarse bajo el tren cuando es retenida por Agata. Una chica práctica y prosaica, reina del sentido común y del lugar ídem. Nada que ver con la volátil y colgada cantante. Con su bolsita de red colgada del brazo, Agata le hace la pregunta de rigor: “¿Tiene familia?”, “No, gracias”, le responde extemporánea Hipólita. Entonces la prosaica lleva a la poética a vivir con ella en una pensión, de donde las echan aunque H les canta a los inquilinos y a la dueña La muerte de los amantes. Las dos chicas se convierten en viajeras sin destino. Hipólita sigue desgranado –desfalleciente, aniñada, cómica, desconsolada, sensual– sus canciones, hasta la revelación final de un secreto melodramático.
En esta suerte de ofrenda o exvoto al formidable Baudelaire, Fernanda García Lao y Gabriela Luján conforman un dúo de irresistible gracia, en distinto registro humorístico cada una, divagando entre espacios imaginarios, arrastrando la primera valijas y valijitas donde guarda trajes de texturas y colores y brillos pasmosos, apenas limitadas por un par de cortinados rococó que ofician de biombos.