Vie 16.09.2005
las12

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La otra ambicion rubia

› Por Moira Soto


Al igual que otras detectives de la ficción literaria, desde la Violet Spring de Anne Katharine Porter (1846-1935) hasta la Kinsey Millhone de la contemporánea Sue Grafton, Jane Tennison le debe su complicada existencia a una escritora, Lynda La Plante, cuyos libros dieron origen a la excepcional serie inglesa Prime Suspect, pasada por HBO en los ‘90, en forma discontinua y en horarios trasnochados. La buenísima noticia es que desde el lunes próximo (19) se podrá ver de nuevo, ahora por Film&Arts, la serie completa de seis capítulos, en forma ordenada y en horario central. Cada episodio estará dividido en dos o tres partes, según su extensión, de modo que las emisiones llegarán hasta el 12 de diciembre. Para que el contento sea completo, habrá repeticiones los sábados.

Al arrancar el relato, Jane Tennison ya es una profesional de primera que ha hecho su carrera como detective en Scotland Yard, postergada en los ascensos por su condición de mujer, pese a sus altas calificaciones. Es una mina ambiciosa, endurecida en la práctica de su oficio, a menudo arrogante, casi siempre cáustica. Sólo con semejante perfil –y con la nariz un poco ladeada y la mirada perforadora de Helen Mirren– Tennison podría atreverse a postularse para el cargo de jefa de detectives que acaba de quedar vacante por la muerte del varón de turno, dejando en banda la investigación de una serie de crímenes de jóvenes mujeres, previamente torturadas. “Soy la única persona de mi rango continuamente pasada por alto”, le enrostra al jefe que va enseguida a contarle al superjefe. Este opina que el puesto le corresponde a Jane, que ya esperó bastante. “Pero una vez adentro será difícil sacarla”, se resiste el jefe, “La división homicidios opina que ella tiene balls”, sonríe el superjefe.

Pelotas, ovarios, agallas, arrojo, el corpiño bien puesto, llámenlo como quieran. El caso es que Jane Tennison, cuya vocación por el trabajo de detective parece incuestionable, no se arredra ante los escollos, los cuerpos martirizados en vías de putrefacción o la hostilidad a veces en bloque de sus compañeros de laburo. Ella sabía perfectamente lo que le esperaba entre los muchachos de la división homicidios cuando se propuso para el cargo que en estricta justicia se merecía. De modo que en este primer capítulo, que va en dos entregas, Tennison se mantiene firme ante los vaivenes de la investigación, que nunca avanza en línea recta y ascendente. Porque si algo caracteriza a esta serie es la complejidad de su escritura, el desarrollo bien consolidado de líneas paralelas narrativas, las sutilezas en el diseño de los personajes, siempre numerosos y claramente identificados, aun en su ambigüedad. En este episodio, mientras que la búsqueda del asesino serial se vuelve cada vez más desesperada –la cabeza de la detective está en juego debido a ciertas maniobras inconsultas que realizó–, se ven escenas de la vida privada de Jane, que todavía vive con su novio, divorciado y padre de un niño.

Es muy interesante observar cómo va cambiando la relación de la pareja a medida que ella se hace cargo de mayores responsabilidades laborales, que le llevan más tiempo y absorben sus pensamientos. En fin, lo que cualquier esposa comprensiva toleraría, él no lo soporta. Es cierto que ella lo deja plantado con una cena de negocios, y tampoco intenta realmente hacerse perdonar. Pero es el cambio evidente de roles lo que de verdad parece afectarlo a él. Que ella llegue y pregunte ¿qué hay de cenar hoy?, que esté exhausta o con la cabeza enterrada en un expediente.

Los casos que investiga Tennison, mientras fuma más que Bette Davis, están relacionados con asuntos que se ven en cualquier noticiero de TV, en cualquier serie del género: narcos, paidófilos, sádicos, corrupción policial. Lo que vuelve apasionante esta serie es la altísima calidad de su tratamiento, la profunda y muy facetada humanidad de sus personajes, desnudados por una cámara atenta, cercana, que los roza a la vez que delimita los espacios cerrados de las oficinas, de los lugares sórdidos del crimen, de los coches en que se mueve la policía.

Hay que señalar que cuando se empezó a pasar esta serie, los comentaristas locales trataron a Mirren, de 45, en el primer capítulo, de “cincuentona”. La actriz tenía 48 en la tercera temporada cuando, ya separada, tiene un affaire con un compañero casado, queda embarazada y se hace un aborto. Es decir, por una vez en la tele alguien va, interrumpe un embarazo, no la pasa bien y vuelve al trabajo. Como enseguida a JT le toca investigar un caso de una criaturita de año y pico secuestrada y asesinada, en un primer momento se puede deducir que se trata de un símbolo de la pérdida que provocó la detective. Empero, cuando el misterio se despeja, lo que se pone francamente en cuestión es el promocionado instinto maternal.

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