Vie 23.09.2005
las12

TALK SHOW

Retratos prêt-à-porter

› Por Moira Soto

Una doble de Kathleen Turner en Crímenes de pasión, algunos años después y en blanco y negro, hace gestos que se vislumbran como parte de un ritual: toma un grabador que está sobre una mesita, lo guarda en una mochila, se pone una campera, pasa por el espejo del baño para los últimos retoques, toma el ascensor, sale al ruido de la calle, entra en un taxi, da una dirección. Todo registrado por exactas tomas fijas, que se van sobreimprimiendo, dándole movimiento cinematográfico al prólogo de Portarretratos, el programa de Ciudad Abierta (por el canal 80 de Multicanal, 83 de Cablevisión y 82 de Telecentro). La rubia del flequillo y mirada de lince es María Moreno, productora general y conductora que ya estuvo platicando con Lohana Berkins, Jorge Rulli, Benito Laren, María Inés Mato, y que hoy lidiará –es un decir amistoso– con Fernando Noy Superstar.

Después de ese preámbulo ritual, un logro del realizador Diego Olmos (no de Ken Russell), atravesamos el cristal del portarretrato, aunque los entrevistados y las entrevistadas se colocan solo un marco delante de sus caras antes de empezar a desembuchar. Algunos parecen trasparentes, axiomáticos, como Jorge Rulli; otros se escurren como peces jabonados –perdón Federico García, no llames a la Guardia Civil– a la manera del excéntrico Benito Laren, y una travesti adorable, Lohana Berkins, esparce su desenfado liberador y saleroso. Desde la imagen –un cuadro mayor para el testimoniante, dos cuadritos a la derecha de tu televisor para entrevistadora y plano general, sobre fondo negro–, Moreno pasa a segundo plano, deja manifestarse, llegado el caso brillar, anche boludear un poco a sus portarretratados/as. Cumpliendo sus propias pautas –que figuran en su trabajo Cómo hacer una entrevista (Libros del Rojas, 2003), M. M., si la ocasión lo demanda, guarda un silencio psicoanalítico, renuncia casi a las preguntas –sobre todo si el personaje de turno se manda solo– pero no a alguna forma de interpretación, que surge cada tanto en off, ya en pinceladas certeras que bocetan un perfil, ya en comentarios intencionados donde la rubia no puede con su genio y destila ese humor implícito, más cold que cool, siempre sutilmente mordaz. Una suerte de Buster Keaton femenino parlante –con voz ligeramente impostada–, menos inocente.

Cada programa se amolda hasta cierto punto a sus protagonistas, pero en todos los casos se ofrecen algunas postales de su hábitat. Parte de la biblioteca, una repisa con frascos de especias, cajas de material de archivo, herramientas alineadas en la pared, en lo de Rulli, ex militante de Juventud Peronista y ahora activista verde; Marilyn en pose de pin up, cabecitas de marcianos, anteojos ahumados, un platillo luminoso que gira, en lo de Laren; Colgantes de vidrio de colores, libros, una carterita folk, una gotera que desemboca en una olla, en lo de Berkins... Asimismo, las imágenes que ilustran realzan los testimonios (fotos, documentales, afiches, films alusivos) de pronto adquieren una potencia inusitada, como sucede con las escenas filmadas –crudas, mal iluminadas pero fortísimas– del parto natural en casa de Wanda, la mujer de Rulli. Desnuda, abrazada a su marido, pujando y gimiendo suavemente, luego el bebé ensangrentado sobre su pecho, mientras ella clama transida de emoción “mi amor, mi amor, mi amor”, y el padre se deja caer agotado a sus pies, agarrándole una rodilla.

En el programa de Berkins, aparte de los registros de manifestaciones donde participó la militante, se ensamblan a su relato, a menudo desopilante, momentos de Mi vida en rosa, Madame Satâ y sobre todo una entrada a toda orquesta de Divine en Poliester. Por su lado, Laren quizá sea el más favorecido en cuanto a cantidad y variedad visual, gracias en buena medida a su fascinante obra, que se muestra en Sonoridad Amarilla, “mi museo”. Aunque ya de por sí verlo al artista, entre fruncido e impávido, dar las respuestas más delirantes o decir la letra de una canción (y quiero ser el bañero de tu playa/ dejar que te ahogues en lo hondo de mi playa...) es francamente espectacularen, como diría él mismo.

Pero en cuanto a espontaneidad, carisma, humor y pensamiento original, Lohana Berkins, la salteña activista de Gays, Lesbianas, Travestis, Transexuales y Bisexuales, se lleva el Martín Fierro a la revelación transgéneros. Su opinión sobre la Laisa de Florencia de la v en Los Roldán es contundente: “Desnaturaliza lo que en realidad somos. Mirá que una trava va a estar dos años sin besar a un tipo. Yo al segundo día le doy un manotazo, palo y a la bolsa... No es verdad esa historia de que las travestis somos divinas, buenas, hacendosas. Hay una construcción bastante autoritaria de ese personaje que al parecer llegó de Travestilandia e inventó todo. Ella tiene modismos de nosotras, y nosotras los tenemos porque hubo muchas antes de nosotras”.

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