TALK SHOW
› Por Moira Soto
Tal parece que después de hora, bien lejos del prime time, es el espacio reservado en la TV por cable a las chicas con las chicas: a The L Word, la serie norteamericana-canadiense protagonizada por lesbianas treintañeras de Los Angeles –que empezó a verse localmente por Warner en julio del año pasado– la mandaron primero a la medianoche del domingo, y actualmente va a las 1 de la madrugada del mismo día (sin repetición). Y el reciente estreno de la miniserie inglesa Tipping the Velvet fue a parar a la medianoche del sábado (o las 24 del domingo, si así lo prefieren). Ni un minuto antes, no sea que se vaya a escandalizar el público diurno que otorga rating a los freaks explotados por Tinelli y Susana, o a las
azafatas en oferta de Sofovich, o a las vedettes advenedizas y siliconadas en guerra non sancta de Intrusos, o a la mano de Osvaldo Laport en el culoless en primer plano de Solita Silveyra en el cierre de Amor en custodia... por hablar apenas de la TV abierta a la hora de presunta protección al menor. Pero es evidente que el cable tiene un problema con las lesbianas (The L Word arrancó en los Estados Unidos por Showtime, los sábados a las 22), porque otras series anteriores a las citadas, encabezadas por homosexuales varones, como Will & Grace y Queer as Folk se pasaron aquí en horarios centrales.
Tipping the Velvet es una miniserie de tres capítulos producida por la BBC inglesa en el 2003, basada sobre una de las exitosas novelas de Sarah Waters que integra una trilogía –no premeditada, según la autora nacida en Gales, 1966– sobre mujeres (las otras dos: Afinidad y Falsa identidad, editadas en castellano por Anagrama, sello que también presentó Tipping... retitulada El lustre de la perla), llevando a un primer plano sin subterfugios las relaciones lésbicas. Waters estudió letras y su tesis de doctorado fue sobre la representación de la homosexualidad en la historia de la literatura. Por otra parte, es autora de artículos sobre género, sexualidad e historia. Para crear sus novelas en las que intentó hacer una suerte de revisión histórica de la condición de la mujer en distintos ámbitos, se documentó en forma exhaustiva a fin de poder zambullirse con naturalidad al período elegido.
La miniserie estrenada el sábado pasado por I-Sat mantiene la primera persona del relato literario, es decir, el punto de vista de Nancy Astley, la chica del pueblito costero, pálida y delgada, de aspecto anodino, arremangada hasta los codos para limpiar los frutos de mar, que todavía no sabe lo que es estar enamorada. “Conocerás a alguien que te hará estallar la cabeza, que convertirá tus piernas en gelatina”, le anuncia su hermana mayor, dando por obvio que Nan se va a prendar de un muchacho. Pero la jovencita va una noche al teatro donde se presenta, entre otros números, una tal Kitty Buttery, que sale a escena vestida de varón cantando y bailando, inquietantemente seductora. Nan se queda colgada de sus insinuaciones pícaras, y cuando Kitty arroja una
rosa que atrapa la vecina de butaca, se le escapa un pucherito por la decepción. Al rato, Nan se siente desfallecer y se va de la sala cuando empieza el siguiente sketch.
Nan está flechada, flechadísima por primera vez en su vida, y Rachael Stirling –lo que se hereda no se hurta: tiene un dejo del sutil encanto de su madre, Diana Rigg– transmite con tocante elocuencia los estados de ánimo de la tímida provinciana que va todas las noches a ver a Kitty hasta que por fin la rosa cae en sus manos... Luego, la actriz la invita a su camarín y al cambiarse el traje de varón deja que su admiradora vea fugazmente sus pechos. Sale de chica, de lila y encajes, y Nan se enamora aun más, pero no sabe qué hacer con ese sentimiento que la ahoga. Al despedirse, Kitty toma la mano de Nan, suavemente le quita el guante y se la besa. Como todo un caballero, aunque previamente le aclaró acerca del traje masculino: “No me malinterpretes, me encanta ser chica”. Se hacen amigas, Kitty va a casa de Nan y, en una más que sugerente escena, la joven le enseña a la forastera a abrir una ostra sin desperdiciar el jugo (“algunos dicen que es lo mejor”).
Esta primera parte en Whistable, con la descripción del lugar, del deslumbramiento de Nan y su relación amorosa latente con Kitty, de quien se convierte en asistente, es la más lograda del relato televisivo, que pierde algo de fuerza y hondura cuando las chicas se van a Londres donde, aunque duermen juntas, se demoran en tener la primera relación sexual. Lo más interesante, aunque su formulación en imágenes es limitada, sucede cuando Kitty sorprende a Nan con ropa de varón, imitándola: la encuentra muy atractiva (“podría enamorarme de este chico”) y se besan. Luego surge la propuesta teatral: Nan y Kitty actuarán juntas travestidas, como dos hermanos varones que salen de levante entre las chicas de la platea. El romance florece, pero Nan va a visitar a su familia, su hermana pone distancias y entonces regresa antes de lo previsto. Como en las telenovelas, abre la puerta del cuarto de hotel y se encuentra a Kitty en la cama y al salaz empresario vistiéndose. Fin del primer capítulo.
Los capítulos 2 y 3 de Tipping the Velvet se pasan los sábados 14 y 21 a las 24, por I-Sat, y el sábado 26, a la misma hora, van las tres entregas en continuado.
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