TALK SHOW
› Por Moira Soto
La rubia y despejada Kristen Bell es la intérprete de Verónica Mars, entretenida serie cuya segunda temporada acaba de comenzar por TNT. El año pasado, Verónica, de 17, todavía en la secundaria, empezó a desplegar sus dotes detectivescas en el pueblo de California donde vive con su padre, dueño de una agencia de investigaciones, menos brillante que su hija a la hora de deducir y resolver casos (“Recuerda esto: yo solía ser bueno”, se defiende frente a la expresión un tanto sobradora de ella que le retruca “¿Cuándo?” “En 1977”, confiesa Keith). Intuitiva, veloz, desconfiada, tozuda, insumisa, Verónica Mars es una especie de aleación de muchos/as detectives de la ficción literaria, algunos/as de los/as cuales se colaron en el cine y en la tele.
Aunque nadie le podrá negar a Edgar Poe la paternidad del relato policial ni la creación hacia 1840 del primer detective razonador, C. Augusto Dupin, el caballero de ilustre familia venido a menos que descubre al perpetrador del Doble crimen de la calle Morgue, lo cierto es que antes del mítico Sherlock Holmes de Conan Doyle (cuyas historias fueron escritas entre 1887 y 1927), una mujer en los Estados Unidos, Anna Katharine Green, escribía una detective storie,
The Leavenworth Case (1878) protagonizada por el policía investigador Ebenezer Gryce, que vendió 250 mil ejemplares. Lo que se dice un best-seller. A Green se le atribuye, además, la invención de la primera detective femenina, Violet Stringle. (En el número de abril de 1985 de la revista Ms., la profesora de literatura inglesa Joan Wartling Roberts rescató la figura de esta pionera del género, ya reconocida en 1941 por Howard Haycraft en su estudio Murder for Pleasure.)
Por supuesto que si hablamos de damas sabuesas corresponde rendirle honores a la avispada Miss Marple, que el año pasado cumplió 75 años de vida literaria, porque este personaje apareció por primera vez en Asesinato en la vicaría, de la maestra Agatha Christie. Como si tal cosa, entre pláticas y atando cabos, la modosa Miss Marple desentrañó misterios a lo largo de una docena de novelas y de varios cuentos. Entre las más recientes integrantes de su extendida y variopinta descendencia hay que mencionar (según Andrea Aguilar, El País, 5-11-05) a Precious Ramotswe, protagonista de La primera detective de Bostwana, primer volumen de la saga de Alexander McCall que transcurre en Africa. Precious es una gorda jovial y soltera que se ha gastado una pequeña herencia en fundar su propia agencia de detectives, donde realiza todo tipo de pesquisas a pedido de sus vecinos. Un poco como Verónica Mars quien, aparte de ir investigando durante 2005 el asesinato de su mejor amiga –que resolvió, cómo no–, se hace cargo, por caso, del problema de una compañera cuyo novio –al que intentó dejar– la chantajea con imágenes íntimas que grabó con el celular. Pan comido para la rauda Vero, no hace falta aclararlo.
Entre otras detectives que dejaron su huella en el género al seguir las huellas de un crimen, habría que citar, aunque más no sea al pasar, a la feminista Kate Fansler de la norteamericana Amanda Cross (seudónimo de la académica Carolyn Heilbrun), ganadora del Nero Wolf por Muerte en la cátedra, a la joven y determinada Cordelia Gray, que demuestra sus virtudes profesionales en No apto para mujer y Sangre inocente de la inglesa PD James; a la malhablada y peor vestida Kinsey Millhone de Sue Grafton, capaz de desentrañar todo un alfabeto del crimen; a la dura y comprometida Vic Washawski de Sara Paretsky, y ¿por qué no? a la legendaria Nancy Drew, juvenil detective –referente de muchas chicas en época de escasas heroínas mujeres– que se lanzó a investigar en 1930 bajo la firma de Carolyn Keene, nom de plume de Eduard Stratemeyer. La serie Nancy Drew Miystery Stories tuvo tal éxito que en los ’50, cuando murió Eduard, su hija Harriet continuó la saga hasta 1980, con una aventurera aggiornada pero siempre teen, que de los 16 iniciales pasó a los 18, y de allí no se movió.
Ahora la tenemos a Verónica Mars en el pueblo Neptune, con su cámara y otros aparatejos, con su leve cinismo y su infalible perspicacia, dando cada tanto algún pasito en falso para probar que no es superpoderosa. Y enfrentándose con desenfado al machismo ordinario de vecinos y compañero de colegio. No es de extrañar que a veces su papá, un tanto abrumado por la hiperactividad de Vero, pregunte quejoso: “¿Por qué no podés dedicarte a hablar por teléfono y pintarte las uñas como las otras chicas?”.
Verónica Mars va los martes a las 17 por TNT.
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