Vie 06.10.2006
las12

TALK SHOW

Insubordinación y valor

› Por Moira Soto

Junto con 300 millones, Prueba de amor marca el despegue como dramaturgo, en 1932, del genial escritor y periodista Roberto Arlt, alentado en ese entonces por Leónidas Barletta, quien había presentado en el Teatro del Pueblo El humillado, adaptación escénica de un capítulo de Los siete locos. En la actual cartelera teatral, Arlt está presente a través de La isla desierta (desde hace varias temporadas, en original puesta a oscuras); de Orejitas perfumadas, espectáculo inspirado en textos del escritor; y del reciente estreno Prueba de amor, extraordinaria pieza breve, raramente representada, que protagonizan apropiadamente Claudia Mac Auliffe, Fabricio Rotella y Rubén Panunzio, bajo la dirección de Alejandro Vizzotti.

Ciertamente, no vamos a venir a descubrir aquí que Arlt era un verdadero visionario, un provocador apasionado con trasfondo de moralista que se indignaba sinceramente ante injusticias y fariseísmos, un poeta de exuberante imaginación que echaba mano del lenguaje con una voracidad insaciable, como si no le alcanzara a veces para el torrente de ideas y emociones que quería expresar. Este creador inconformista y desafiante irrumpe contra las convenciones solapadas de la institución matrimonial en Prueba de amor, obra que se sostiene casi exclusivamente en el plano del debate especulativo –apenas al final se pasa a la acción– entre dos personajes que son casi abstracciones, y que a su vez simbolizan construcciones culturales de la época (que no se han superado del todo). Desde luego, la prueba de amor que Gunter le pide a Frida no es la que Tita Merello –en su etapa gazmoña de la revista Nocturno– recomendaba no dar a los novios ansiosos: lo que este futuro marido intenta es tener la evidencia de que a su prometida no la mueve el interés monetario.

El director Vizzotti tuvo la excelente idea de incorporar como texto escénico las indicaciones para la puesta anotadas por Arlt, que son dichas por un relator. No siempre la descripción de escenografía y acciones se corresponde con lo que se ve sobre el escenario, subrayando así el carácter puramente ficticio y disociado de toda forma de naturalismo del espectáculo. Por otra parte, además de despabilar la imaginación y las percepciones del público, esta decisión redunda en el aprovechamiento de líneas muy sustanciosas (“la sensación de que ella es una perfecta hipócrita, espiritualizada y afinada por experiencias que ha sobrepasado”, y entre otros ejemplos imperdibles, hacia el final ese “anonadamiento mentecato” con que Gunter se recuesta contra el muro). Por otra parte, en el transcurso de la contienda verbal, los personajes, de pronto, no logran recitar un párrafo complicado y sacan un papel del bolsillo para leerlo, o ensayan abiertamente diversas maneras de decir una exclamación (Frida repite “Estás loco”, con distintos tonos, y él le retruca: “¿Por qué no dejamos esas exclamaciones para las heroínas de teatro poético?”).

El tema central de Prueba..., una vez más en Arlt, es el dinero, la moneda de cambio. El tiene clarísimo que, de los dos, quien decide el matrimonio y al mismo tiempo quien queda enganchado, atrapado, comprometido como proveedor, es el varón (“Date cuenta de que el que se tiene que casar soy yo”, articula). En su discurrir, Gunter expone los argumentos contra el matrimonio, “suma de todos los prejuicios que basamentan nuestra sociedad burguesa”, señala la situación de mantenidas de aquellas que logran casarse luego de desplegar recursos tramposos (como recauchutar sus virginidades por 500 pesos) para obtener un marido. “Deberían adornarse la cabeza con una corona de naranjitas en vez de azahares, para simbolizar los abortos realizados durante la caza ilegal de marido”, opina crudamente Gunter. Frida, lánguida y en pose de divina, se aburre un poco de tener que responderle, le dice que la astronomía es más interesante, que la única prueba que una mujer puede darle a un hombre es tenerle infinita paciencia. Finalmente, él le toma examen a ella, inventa una prueba basada en el engaño, en un fingimiento. Porque, al cabo, estamos en el teatro, y él ha organizado una laboriosa puesta en escena, de la que obtiene dos respuestas diferentes, que ennoblecen el ambiguo personaje de Frida. Sendos golpes de teatro asestados con maestría y humor por Arlt, no sin antes avisar que se acabó la comedia.

Prueba de amor, los domingos a las 18 en Del Borde, Chile 630, a $ 10 y $ 8, 4300-6201.

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