Vie 08.12.2006
las12

TALK SHOW

Pasiones no correspondidas

› Por Moira Soto

Me sostiene este veneno apasionado de la imagen, más de veinte años delante de la cámara, ahora quiero cambiar”, decía a mediados de los ‘90, con su ya clásica impostación, Leonor Benedetto en un programa de ATC que conducía y al que había invitado a varias personas para mostrarles su video Cuento para una niña, subsidiado por el Incaa (era Julio Márbiz) que había realizado para la Conferencia de Pekín. “Otra pasión mía es la causa de las mujeres, una pasión irrefrenable de hacer visible la historia que ha sido invisible durante tantos años”, redondeaba la actriz que luego de debutar en El Santo de la espada (1970) había forjado laboriosamente la imagen de sexy comehombres. La misma que trabajó en Los hijos de López y en Rosa de lejos a fines de los ’70 en ATC; la misma que en el ‘79 viajó a Moscú con parte del equipo de El poder de las tinieblas –pese a que el comité del festival había rechazado ese film– y (testigos presenciales lo recuerdan) se armó un escandalete porque estaba programada una película sueca que trataba el tema de los desaparecidos en la Argentina (parte de la delegación se molestó por semejante denuncia).

Pero tornemos al programa de ATC, donde la diva melosamente pidió a sus invitados “desde el corazón la más amorosa y sincera crítica” y ahí nomás les endilgó el susodicho video que empieza con un cuentito (escrito por LB, como el resto del guión y dicho por ella misma con tonito de maestra jardinera tradicional) cuya conclusión reza: “Las mujeres no tenemos patria, somos las parias de la sociedad”, con la avenida 9 de Julio de fondo. A continuación –luego de imágenes de mujeres que se levantan y hacen diversos trabajos– comienza el desfile de cabezas parlantes (en general muy producidas) en primero planos fijos, amenizado con inserts de algún viejo noticiero, breves tomas documentales, varios retratos de mujeres históricas y pies femeninos con diversos calzados caminando. Las convocadas para hablar sobre la situación de las mujeres, las armas femeninas en la política, la sociedad de la cooperación, etcétera, fueron: Estela Carlotto, Adelina Dalesio de Viola, Marta Oyhanarte, María Julia Alsogaray, Graciela Fernández Meijide, Elisa Carca, Hebe de Bonafini, Alicia Pierini y Elena Palmucci. Al final, muchas caras rientes de mujeres mientras Carlitos les canta a las “deliciosas criaturas perfumadas”.

Naturalmente, los invitados alabaron el video y Benedetto anunció que se venían dos documentales, “algo me empuja, quiero cargar una cámara al hombro y recorrer el país”. Pero se ve que algo más fuerte la detuvo, quizás el empeño en encarnar a Lola Mora en el cine (papel para el que estaba apalabrada Virginia Innocenti). Sin embargo, más recientemente, la predecesora de Ester Goris en los favoritismos de Alberto Rodríguez Saá, la protagonista de la patriótica De cara al cielo (1979), realizó un largo de ficción, El buen destino, que acaba de estrenarse con acotada repercusión de público, que esta vez no se equivocó.

Aquella “pasión irrefrenable” por la causa de las mujeres parece haberse extinguido, o casi dado vuelta si se repasa la galería de personajes femeninos que propone este film: Gabriela Toscano es una mujer (con marido desempleado) que se queja y retoza con un artesano del vitral que se presenta como artista (Gustavo Garzón); Jessica Schultz es una tonta de capirote chillona que como la lechera de la fábula hace planes sin enterarse de que su marido médico (Luis Luque) está sin pacientes; María Carámbula es una censista ceceosa que al cierre traduce la canción “From a distance” (“Dios nos mira desde lejos”), Elvira López Minués (interesante actriz española) es una dama que suelta sentencias (“Las mujeres son la peste, no sé para qué cacarean reclamando derechos si dominan el mundo sin moverse de la cama”).

A los personajes masculinos no les va mejor: Jorge Suárez se la pasa en el bar con una cámara y un perro y dictamina: “La belleza es más fuerte que el tiempo”; el mozo Pablo Rago es cuasi violado por Alejandra Radano, en cuclillas y el culo al aire después de enroscarlo en un tango y, entre otros, Federico Luppi resulta un desprendimiento del profesor latoso de Lugares comunes, y adoctrina a la pandilla de chicos malotes comandada por ¡Nicolás Vázquez!, unos grandulones que hacen pintadas a los que se señala como “menores de edad”, y les zampa adagios como éste: “Hay algo más tremendo que la falta de explotación y es no ser explotado en absoluto”.

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