Vie 26.01.2007
las12

TALK SHOW

La calle de la locura

› Por Moira Soto

Dicen las crónicas del estreno de El ocaso de una vida (Sunset Blvd., 1950) que la mismísima Barbara Stanwyck le besó el ruedo del vestido de soirée a Gloria Swanson, la protagonista, para manifestarle su rendida admiración por su labor. Paradojas del destino, Swanson, superstar de los ’20, volvía a brillar en el firmamento hollywoodense con un film que mostraba la decadencia de una estrella del cine mudo que había quedado detenida en el tiempo, resentida por la aparición del parlante (“no necesitábamos diálogos, teníamos rostros”), chiflada por regresar con gloria interpretando a la bíblica adolescente Salomé a los 50.

Sin embargo, la ex picante bañista de Mack Senté no estaba tan convencida, en un principio, de aceptar la propuesta del director Billy Wilder, sobre todo porque tenía que someterse a pruebas que consideraba humillantes. Por suerte, para ellas y para todos/as los/as cinéfilos/as del mundo, lo consultó con su amigo el cineasta George Cukor, quien directamente la amenazó: “Si no las hacés, aunque tengas que repetir cada escena diez veces, te mataré con mis propias manos”.

En realidad, según cuenta Helmuth Karasik en Nadie es perfecto –el excelente libro de conversaciones con el genial Billy Wilder–, la primera actriz elegida como posible Norma Desmond, la ex diva prisionera de su delirio, fue la maciza Mae West, sex-star de los ’30, exuberante y creativa. Andaba por los 60 cuando Wilder la fue a visitar pensando en contratarla: “Tenía un departamento donde sólo podía vivir ella, todo blanco. Blanco y dorado, con plumas. Entró con la velocidad de una locomotora blanca porque todavía quería seguir pareciendo lo más joven posible, el corsé estrechamente apretado. En un momento me ofreció: ‘¿Querés que te cante algo?’. Le di las gracias horrorizado. No llegamos a nada”.

Entonces fue el turno de Pola Negri, vamp del mudo de origen polaco, una de las “viudas” de Rodolfo Valentino. Pero nada más hablar con ella por teléfono y escuchar su espantoso acento, BW la tachó (“sólo habría podido interpretar a la mujer de Lech Walesa”). Siempre con la idea de convocar a una vera estrella del pasado, a Wilder y su coguionista Charles Brackett los asaltó la peregrina idea de ir a ver a Mary Pickford, la que fuera noviecita de América, y el panorama empeoró: “Teníamos delante a una Shirley Temple de 65 años... Se podía esperar que en cualquier momento entrase su mamá para llevarla a la cama y cantarle una canción de cuna”...

Entonces fue que se recortó en el horizonte la figura de Gloria Swanson. Y hoy es totalmente imposible imaginar a otra actriz como Norma Desmond, con esa grandeza operística vestida por Edith Head, esa voracidad vampírica, esa determinación de roca frente al titubeante joven que convertirá en su guionista y su amante. Hizo bien Barbarita en besarle públicamente el ruedo del traje porque los desplantes de Gloria en Sunset Blvd. son fenomenales. Es que la intérprete que había trabajado con Cecil B DeMille y Erich von Stroheim (que están en el film de Wilder, uno interpretándose a sí mismo; el otro como chofer enamorado, ex marido, un extraño caso de folie à deux) sabía perfectamente de qué se trataba. No en vano, cuando unos cuantos años atrás había llegado a la cumbre en la fábrica de los sueños, declaró: “He sufrido un largo aprendizaje. Estoy harta de no ser nadie. He decidido que ahora soy una estrella, lo seré para todos y en todo momento. Todo el mundo, desde el portero del estudio hasta el más alto ejecutivo lo sabrá”. Ella, a quien en una vieja película (muda) de DeMille (Don’t Change your Husband) un personaje masculino la nombra “diosa del placer, de la fortuna y del amor”.

Bueno, Gloria, de 52, todo bien con Wilder, con el guión, con el vestuario, entendió su personaje. Pero como –lamentablemente– Montgomery Clift se había achicado, el rol del guionista transador, de 25, fue adjudicado a William Holden, de 35. En consecuencia, con toda la delicadeza posible se le dijo a Gloria que el problema era que ella daba demasiado joven, que había que envejecerla un poco mediante el maquillaje para marcar la diferencia de edad. Y ella, quizá poseída ya por el espíritu de Norma Desmond, replicó: “¿Y por qué no pintan a William para que parezca más joven?”.

El ocaso de una vida se pasa el domingo 28 a las 22 por Cinecanal Classics.

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