TALK SHOW
Las travesuras de Norina
› Por Moira Soto
Norina ha vuelto a las andadas, en esta oportunidad sobre el escenario del Teatro Avenida, para desgracia del pobre (rico) Don Pasquale, y deleite del público que asista mañana a las 20.30 a la última función de esta encantadora ópera de Gaetano Donizetti (en la ilustración, una caricatura del diario francés Le Charivari). Estrenada en 1843 en París, este drama bufo, que conjuga a las mil maravillas lirismo y comicidad, se conoció en Buenos Aires en 1951, en el Teatro de la Victoria. Y desde entonces no ha dejado de encantar periódicamente a espectadoras/es de distintas generaciones a través de numerosas representaciones: además de pasar por otros escenarios, Don Pasquale se ofreció en el Colón en quince ocasiones, la última en 1997, con un protagónico admirable de Paula Almerares y una espléndida escenografía de Graciela Galán.
El Don Pasquale que se estrenó la semana pasada es una nueva propuesta de Juventus Lyrica, organización sin fines de lucro fundada en 1998 con la idea de dar oportunidades a jóvenes artistas argentinos (cantantes, instrumentistas, escenógrafas/os, etc.) y abrir a la vez un espacio alternativo y accesible para amantes del género lírico (hay entradas a partir de 5 pesos). Poniéndose a tono, los números cantan: la entidad ha realizado 24 óperas con la participación –en total– de 231 cantantes, que fueron escuchados por más de 40 mil personas. Precisamente la puestista del actual Don Pasquale, Florencia Sanguinetti –además de otros trabajos locales y en el exterior–, hizo para Juventus la régie y la escenografía de Rigoletto de Verdi, Le pauvre matelot de Milhaud y Gianni Schicchi de Puccini.
En este caso, Sanguinetti optó por combinar elementos de la comedia del arte –que está en el origen del argumento y en rasgos de los personajes– y de la comedia musical con una libertad que le permitió vestir a la pareja de los enamorados con ropa de cierta actualidad, mientras que los criados del primer y segundo, acto así como el falso notario, parecen escapados de alguna obra de Goldoni. Todo para contar y cantar una vez más la historia del vejete amarrete que se quiere casar con una casta señorita y cae en la trampa que le tienden traviesos jóvenes. Un tema que ha dado de comer a piezas de teatro, zarzuelas, más óperas y que, gracias al tratamiento de la puestista –respaldada con acierto por el elenco y la impecable dirección musical de Antonio Russo–, cobra refrescante vigencia.
En verdad, esta inspirada ópera, rebosante de melodías irresistibles que hay que esforzarse por no tararear desde la butaca, bien podría llamarse Norina: tal el protagonismo que alcanza la avispada hermana del doctor Malatesta, novia del romántico sobrino del solterón, a partir del momento en que acepta llevar a cabo la broma-escarmiento. Es decir, hacerse pasar por la pudibunda Sofronia, convertirse en presunta esposa de Don P. mediante una ceremonia trucha, no aceptar sus avances amorosos y, en cambio, maltratarlo y derrochar sus dineros hasta que el viejo ceda en la decisión de desheredar a Ernesto, su sobrino. Norina se toma muy a pecho su actuación, tanto cuando hace de timorata doncella como al tomar las riendas de la casa, empezar a despilfarrar alegremente y, envalentonada, aplicarle una cachetada al atribulado Don Pasquale. A Norina se le va la mano y está claro que Donizetti –desde la música– no la aprueba.
Pero ya sabemos que, en la comedia, todo está bien si termina bien, si los enamorados se unen y los villanos –no tanto, en este caso– reparan sus errores. Si la burla tuvo tintes crueles en esta coyuntura, losburladores lo reconocen y piden perdón. Y todos contentos, los personajes y el público, que celebra esta representación que supera con ingenio y creatividad los restringidos recursos materiales. De los dos elencos alternativos, mañana actuará el encabezado por Sonia Stelman, joven y talentosa cantante que otorga a su resuelta Norina genuina frescura y mucho desenfado.