TALK SHOW
› Por Moira Soto
En el film recientemente estrenado Lejos de ella, el Mal de Alzheimer no es más que un pretexto para hablar de lo que puede acontecer cuando una pareja, por la pérdida creciente de la memoria de uno de sus componentes, se transforma en otra cosa, en este caso gracias al amor incondicional de un marido, capaz de llegar a una especie de inmolación personal solo para ser testigo de algunos momentos de felicidad de su desmemoriada mujer, cuando ella ya ha ingresado en una institución. En esta pareja con más de 40 años de convivencia no siempre perfecta, que se separa en una etapa de bonanza por decisión de ella cuando todavía puede reconocer su enfermedad, él no solo queda como el depositario de la memoria en común, sino que deviene el marido leal y devoto que no supo ser antaño. A medida que Fiona se le escurre de las manos, se vuelve inasible, el amor de Grant crece hasta el olvido de sí mismo, de sus propios intereses a favor del bienestar de ella, del cumplimiento de sus deseos. Un amor altruista que lo redime de mezquindades y traiciones de otras épocas.
En 2001, después de filmar bajo la dirección de Hal Hartley una muy peculiar versión de la Bella y la Bestia, No Duch Thing (vista en el cable como Un monstruo en el camino), donde también actuaba Julie Christie, Sarah Polley leyó el cuento “El oso a través de la montaña”, de su novelista preferida, Alice Munro, canadiense y feminista como ella. Hace siete años, la actriz Polley tenía 22 y ya una carrera (de alguna manera hay que decirlo, aunque ella jura que detesta ser “carrerista”) bien interesante a sus espaldas, con títulos como Dulce porvenir y EXistenZ, además de dedicarse al canto y comprometerse activamente con la izquierda de su país. Siempre moviéndose a su aire, con una precoz madurez y un talento cierto en expansión pese a haber sido una actriz infantil exitosa y a haber perdido a su madre (directora de casting) cuando aún no había cumplido los 11. Tan claras tuvo las cosas desde chica que, cuando la Guerra del Golfo, invitada por la Disney a un evento en Washington, se presentó con el símbolo de la paz.
Bueno, el caso es que Sarah Polley, desde que se conmovió con el cuento de Munro, tuvo en su cabeza la imagen de Julie Christie para el papel de Fiona. Y en algún momento pensó en Warren Beatty (romance fulminante de Christie hace añares) para el rol de Aubrey, el hombre con Alzheimer muy avanzado del cual Fiona se enamora en la institución y al que cree haber conocido hace mucho... Pero parece que a Beatty no le hizo gracia aceptar que estaba en la tercera edad y el personaje lo obtuvo Michael Murphy, responsable de una composición elocuente aunque no pronuncia una sola palabra. Por cierto, como casi todo el mundo sabe después de la candidatura al Oscar y de otros premios que sí ganó, y del estreno local de Lejos de ella —aún en cartel—, la directora debutante en el largo (hizo varios cortos previamente) se ganó el consentimiento de Julie Christie, magnífica en la cercana lejanía de alguien que va perdiendo jirones de su identidad: como dice Polley, más hermosa con ese rostro con huellas de vida que la cirugía por suerte no ha borrado, que cuando era resplandecientemente joven (se la puede ver en estos días —ay, doblada al español— por TCM en Doctor Zhivajo y Lejos del mundanal ruido).
Al lado de Christie y en el mismo nivel de belleza y calidad interpretativa deslumbra Gordon Pinsent, un actor (además escritor, director) con impronta bergmaniana, en un film que en cierta medida evoca algunas obras del director sueco. La otra integrante de este cuarteto protagónico con singular cruce de parejas, la mujer de Aubrey (bastante menos noble y amorosa que Grant), está interpretada por la siempre sólida Olympia Dukakis. Del otro lado de los/as afectados/as por el Alzheimer –propio o ajeno—, la cálida y sensible enfermera que ve pasar estas historias de desconsuelo que revelan las grandezas y miserias de los familiares de pacientes, actuada con empatía por Kristen Thomson.
La protagonista de Mi vida sin mí (2003) y La vida secreta de las palabras (2005), ambos films de Isabel Coixet, se resiste a ser encasillada por haber elegido el tema de los efectos de la pérdida de la memoria y por haber hecho visible el envejecimiento en su primera película como realizadora. Ella dice que al igual que lo que le ocurre en su profesión de actriz, que le gusta mezclar, también en los futuros films que dirigirá aspira a diversificarse, según las circunstancias y sus deseos. “Me importaba el problema que toca Alice Munro en su nouvelle porque en mi infancia me tocó ver a mi abuelo con demencia senil y a un tío con algo parecido al Mal de Alzheimer. Por otra parte, como actriz, la memoria es un asunto que me apasiona, me obsesiona, me angustia. También me atrae especialmente y los observo en mi propia vida privada y en la de las personas que conozco, el recorrido que hacen las parejas, los cambios que sufren a través de los años, especialmente en una relación tan larga como la de Lejos de ella”.
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