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Chocolate por el fiasco
› Por Moira Soto
Otra de amigas en cartel, y no de las más recomendables, si vamos al caso. También tenemos en el cine –cosa rarísima– una de amigos, no de buddies, camaradas, partners –que de ésas siembre ha habido– sino de amigos de verdad, ligados por cariño y entendimiento profundos. La primera película se llama Intuición femenina (Crush, en el original), que es precisamente lo que le falta al guionista y realizador John McKay, tipo joven que hace su primer largo denotando una mirada suspicaz y prejuiciosa respecto de las relaciones amistosas entre mujeres (aunque, según el aviso, algún crítico local ha visto “amor” en este enfoque...) y de las relaciones sexuales y/o amorosas en general. La segunda, como ya habrán colegido, es Hable con ella, descacharrante obra de Pedro Almodóvar, un autor que rezuma intuición humana y que en esta pieza maestra sobre las formas menos convencionales de la comunicación se salta todas las barreras para acercar los corazones, cuyo secreto parece conocer y comprender con la sabiduría del poeta.
Si Almodóvar traspasa y disuelve diferencias y fronteras entre géneros, borra todas las etiquetas y sacude los casilleros donde la mayoría se cree a resguardo de toda sospecha, otro grande entre los grandes hombres del cine actual, Clint Eastwood, despojado de la más mínima marca de machismo y cada vez más llano en su clasicismo, se atreve en el reciente estreno Deuda de sangre a ser un duro relativo con corazón de mujer (latina, para más datos). Corazón que le fue trasplantado después de un infarto por pretender correr a un malandra como todavía estuviese en Ruta suicida. Agradecido, el ex agente del FBI acepta el encargo de la hermana de la asesinada que sin quererlo le suministró el órgano vital, y se pone en campaña para encontrar al criminal, bajo la mirada crítica de su cardióloga Anjelica Huston, y con la ayuda de su morena colega, Tina Lifford. Bueno, sí, al final hay romance con la hermana justiciera, que es bastante más joven que Clint, y nadie señala este detalle.
En cambio, en Intuición femenina no sólo se hace sostenido hincapié en la diferencia de edad que hay entre la protagonista Andie MacDowell y su guapo amante Kenny Doughty sino que, además, el director encuentra la manera más expeditiva y cruel de sacar del paso al chico de 25 (al que se denomina “adolescente”) a fin de que las tres amigas reanuden su relación sin semejante obstáculo entre ellas. Porque antes de que apareciera el joven y se enamorase con ánimo de casarse de la cuarentañera Andie, ésta (directora de un colegio), Imelda Stanton (policía) y Anna Chancellor (médica) se reunían una vez por semana, pero no para hablar de sus laburos, discutir o intercambiar sobre arte o política o simplemente chusmear sobre los vecinos del pueblito en que viven, sino para competir sobre cuál tenía la peor historia reciente con un tipo: la que ganaba, se llevaba una caja de chocolates. Todo bien, hasta que Andie se mete con Kenny, un ex alumno, y Anna se emperra –con los métodos más indignos– en destruir esa relación por el bien de su amiga. No por casualidad, según contó MacDowell al diario El País, el guión se llamaba en principio El club de las tristes jodidas... Obviamente, no es que los directores varones no puedan narrar buenas historias de amistades femeninas (Simplemente amigas, Sólo ellas, Julia, por citar al azar, estaban dirigidas por tipos con talento y buena leche) ni tampoco que las directoras mujeres lo hagan siempre con calidad (Divinos secretos, de Callie Khouri, fue un fracaso rotundo este año), pero, la verdad seadicha, con amigas como las de Intuición femenina, más vale privarse para siempre del chocolate.