Vie 10.01.2003
las12

TALK SHOW › TALK SHOW

Una milita, la otra no

› Por Moira Soto

El actual receso de estrenos norteamericanos ha cedido espacio para que se infiltren en la programación producciones europeas que venían esperando turno desde hace rato –Al ataque, de Robert Guédiguian– o más recientes –Piso compartido, de Cédric Klapisch– mientras que se posterga una curiosa comedia islandesa –Invierno caliente, ya anticipada por este suple–; no es que se trate de películas extraordinarias, pero la verdad es que se agradece la posibilidad de respirar otra atmósfera, observar otros estilos de vida, mirar otros paisajes urbanos y mentales.
Por estos azares de la distribución, entonces, conviven –pero no dialogan– ahora en cartelera Al ataque, un juego de cine dentro del cine donde Robert Guédiguian no deja ni un instante de lado su compromiso con los desheredados, los desamparados, los atropellados, y Piso compartido, otra comedia francesa, en este caso sobre el intento de independizarse de un joven gandul, en la que Klapisch no alcanza los niveles de su anterior Un air de famille (película en la que contaba con el aporte de la coguionista Agnès Jaoaoui, que luego escribiría y dirigiría El gusto de los otros).
En estos pagos conocemos a Guédiguian desde el estreno de Marius y Jeannette –después se vio De todo corazón– y se sabe que este marsellés cálido y de espíritu fraterno trata de trabajar siempre con el mismo equipo técnico y de intérpretes, entre los/as cuales, Ariane Ascaride, firme junto a su marido, al que calificó hace un par de años en Las/12 como “el director más feminista del mundo”. También declaró que Guédiguian “escribe sus guiones en la cocina, solo allí, ése es el secreto”. El juego en Al ataque consiste justamente en que dos guionistas trabajan en un guión –inventan, intercambian, avanzan, retroceden– y el desarrollo de ese trabajo va apareciendo en la pantalla. Desde luego, en la ficción que crean, Ascaride integra las huestes de Moliterno & Cia, el taller de reparación de autos cuya supervivencia está amenazada. Ni falta hace decir que la notable actriz, que con su importante nariz quiebra todos los patrones de belleza al uso, comulga con los ideales de tolerancia, justicia y dignidad que –sin disimularlo– se defienden toda la obra de Robert.
En Piso compartido tenemos, en un papel breve pero decisivo, a la chica que surgió en La belleza de Venus, sufrió problemas de identidad en Dios es grande, yo soy pequeña y resultó catapultada por la inflada Amélie. Ya saben: Audrey (24) es riquita, monona, graciosa (bah, mignone), aunque por suerte su candor ha empezado a oscurecerse en Piso..., donde hace de la novia de Xavier, veinteañero que se va a Barcelona para librarse de su madre ex hippie (pelo largo algo grasiento, con flequillo) y vegetariana. Audrey, que tiene un fuerte instinto de actriz y ya ha filmado con directoras como Claire Devers y Laetitia Colombani, a juzgar por sus declaraciones a la prensa –en las que dice que no lee diarios ni mira TV, que sólo les interesan su familia y sus amigos, reírse y ser feliz– se diría que no tiene nada en común con Ariane. En otras palabras: que a Tatou no la imaginamos filmando en la Argentina bajo la dirección de Guédiguian una película protagonizada por piqueteras y piqueteros. En cambio, Ascaride estaría en su elemento, arengando, encabezando una marcha, organizando un comedor, una olla popular... Y Robert se las arreglaría para darle a la historia un final teñido de felicidad, negándose a una visión lastimera y apostando a las pequeñas solucionescolectivas, como siempre abriendo espacios para la conquista de la belleza, el amor, la justicia.

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