Resentida, frustrada, reprimida, prejuiciosa, Azucena Marchitte representa seguramente lo peor del estilo docente argentino: esas maestras y profesoras en cuyas garras caen niñas y niños, más tarde adolescentes, que fueron y todavía son moldeadas/os de manera autoritaria y unidireccional por personas que reproducen esquemas educativos apolillados, conservadores, en los que a su vez fueron formadas. Azucena Marchitte, la protagonista del unipersonal La suplente –parienta política de la docente de Antonio Gasalla y de otras colegas del gremio, a menudo parodiadas con un dejo de misoginia–, por cierto subraya rasgos reconocibles, como la afectación y la pacatería, además de proclamar su acendrada vocación. Ella enseña Literatura Española en un colegio secundario, y como el título de la pieza de Mariano Moro lo indica, Azucena ni siquiera es la titular.
Esta suplente habla desde su territorio, el aula, pero no para dictar una clase sino que se despacha con una suerte de monólogo interior que va revelando inhibiciones y fantasías, amarguras y moralina. Frente a sus patéticas quejas, a su hipocresía, a sus ridículas pretensiones, además de reír por lo familiar y reconocible del personaje, viene a cuento preguntarse qué está pasando realmente en el 2003 en colegios primarios y secundarios con maestras y profesoras (así en femenino, porque conforman la mayoría del gremio, no por casualidad). Deplorablemente, todo indica que no han ocurrido cambios favorables a una mentalidad menos autoritaria, más abierta a la interacción entre docentes y estudiantes, más flexible al intercambio de roles para superar estereotipos del tiempo de Maricastaña. Es un aspecto que hasta el presente no ha sido suficientemente atendido por el feminismo, más preocupado por los resultados de esa educación.
Resulta bien estimulante entonces que desde la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad se haya puesto en marcha un Plan de Igualdad entre mujeres y varones, que abarca diversas áreas. Entre las cuales, la de Igualdad en la Educación, a cargo de la licenciada Graciela Morgado, quien reconoce que no existe aun mucha experiencia de trabajo para mejorar la calidad y actualización de las docentes, cuyos hábitos ya se manifiestan desde el jardín, en el manejo de patrones de género y de clases sociales. La idea en Educación es trabajar justamente para incorporar a la práctica docente todo el capital teórico feminista que se ha producido a lo largo de muchos años, “sin dejar de lado la reconstrucción crítica de la propia subjetividad de las maestras, la revisión de su biografía escolar, las motivaciones que las llevan a elegir esta profesión. En el taller que tenemos con alumnas de magisterio -futuras maestras, porque queremos empezar por la base– es impactante escuchar a chicas jóvenes sobre su reciente experiencia como estudiantes: se diría que hablan de treinta años atrás”.
Azucena Marchitte, pues, está lejos de ser una antigüedad que sublima sus carencias identificándose con Sor Juana, Salomé, Yerma, Fedra, Tosca; que despotrica contra los reality shows y los escándalos prefabricados de las vedettes, pero no tiene nada que ofrecer a cambio. Salvo nostalgias de un pasado supuestamente mejor y unas redondillas a la manera de su admirada Juana, “la casta mujer de letras” (“a un paso de la conquista,/ la primera feminista”) o una desopilante versión propia de la Fedra de Racine, con voz enronquecida e imitando la cadencia de los versos de Racine (“Teseo, te deseo,/ tengamos apareo”), o “Nace y muere la mujer,/en el medio se tiene que joder”). Después de tanta efusión, que la actriz marplatense María Rosa Frega interpreta con múltiples matices cómicos, a Azucena sólo le queda volver a los libros, su refugio, “con más pasión que nunca, hasta que mi carne se vuelva papel y mi sangre, tinta”.


La suplente va mañana sábado, a las 22.30, y los viernes de octubre a las 21, en el Centro Cultural Recoleta, Viamonte y San Martín (entradas $ 7, estudiantes y jubilados, $ 5).