TALK SHOW
El sexo explícito ataca
› Por Moira Soto
Los nombres de las cinco ciudades en donde tienen lugar los encuentros sexuales de cinco parejas (hay un triángulo virtual en la segunda historia) son pronunciados por la voz neutra de una mujer, y es verdad que en el episodio final hay una chica de rostro atravesado por clavos (esa manera, todavía vigente, de asemejarse a mártires onda San Sebastián) que se toma revancha con un tipo que la sometió con violencia, torturándolo (¡perforándolo!), y después lo sostiene en su falda en remanida alusión a La Piedad de Miguel Angel (para que nadie dude, antes aparece una réplica de la popular escultura). Pero lo que prevalece en el reciente estreno Hoteles, de Aldo Paparella, es el imaginario erótico masculino (fetichismo de vestuario femenino –cuando ellas están vestidas–, maneras de llevar a cabo y de filmar prácticas sexuales), tal como sucede habitualmente en el cine “normal” y en el pornográfico o condicionado.
Pero evidentemente lo que subyugó a algunos críticos locales –según el resumen que puede leerse en la gacetilla– fueron las escenas de sexo explícito (genitales a la vista y en acción) de este film que recurre alternadamente, en cada capítulo, a diversos soportes, técnicas, modalidades: Quintín escribió que el director “apunta de lleno a los fantasmas del erotismo”, afirmando más adelante: “nadie, que yo sepa, hizo una película parecida en la Argentina”; Jorge Carnevale, bajo el título “una auténtica celebración”, pondera: “su audacia no tiene límites”; Pablo Suárez, del Buenos Aires Herald opina que “todos los episodios están maravillosamente filmados”, mientras que Pablo Scholtz, de Clarín, habla de las escenas de “sexo oral, vaginal” (sic) y respecto del capítulo Buenos Aires (la ruptura de una pareja de lesbianas), relata: “luego habrá gemidos y más entre ella y otra mujer (...). Una obra rara, felizmente inclasificable”. Lamentablemente, este cronista no tuvo la misma apertura mental para juzgar Romance, de la francesa Catherina Breillat, conceptual y formalmente digna de cierto respeto, film que siguió abriendo el campo de lo filmable, en la senda de Oshima, Terayama, y Bellocchio, en la que también se arriesgó el Chéreau de Intimidad. “No tiene mayor asidero que Marie se deje amordazar, atar, esposar y otras cosillas”, apuntó Scholtz, para proseguir así el denuesto: “¿Arte? ¿Negocio? ¿Cazabobos? Lo molesto de Romance (...) es que las escenas no llevan a ninguna parte”. El gracioso comentario terminaba destinando el film a los valijeros de antaño, por ser “sin mayores ambiciones y con el ojo puesto ahí, en el sexo”. En fin, ya esta columna se ocupó en su momento de la osada pieza de Breillat, quien para las escenas explícitas contrató al pornostar Rocco Siffredi. Pero bueno, vale recordar que casi todos los críticos locales se ensañaron con esta película, así como tampoco –salvo alguna excepción– supieron cómo procesar el intolerable atrevimiento de Trouble Every Day, de Claire Denis.
Tornando a la preciosista realización de Paparella, bienvenida en su pionerismo dentro del cine argentino estrenado simplemente como cine, sin etiquetas marginadoras y un poco vergonzantes, vale subrayar su evidente adscripción a fantasmas masculinos, tirando a machistas, que, en algún punto –dicho esto sin afán desmerecedor– mantienen cierto paralelismo con el cine porno duro (la primera acción sexual es, como en gran parte de las muestras de este género, una fellatio inducida por el varón; los citados elementos de vestuario exterior e interior; las consabidas escenitas estetizantes de chicas bonitas y sofisticadas franeleando). Nohace falta aclarar que Hoteles no tiene nada que ver Tortugas Pinja (o algún otro porno local) porque el cine de Paparella intenta ser de autor y exhibe un universo propio reconocible, en el cual el agua per se, o citada de distintas maneras, está muy presente, acaso aludiendo a los fluidos sexuales. Entre esas imágenes que incluyen adornos de Todo por $ 2, ilustraciones bíblicas, tatuajes, velas, se cuelan en NY las figuritas de Mars Attacks (Foto), refrescante incursión humorística en una película un tanto pomposa.