Viernes, 8 de abril de 2016 | Hoy
Por Alejandra Obermeier*
Sábado a la noche. Despido a mis amigas que pasaron, vieron luz, entraron y se quedaron. Escenario que se repite, por suerte. Ceremonia que se improvisa siempre y que siempre logra invocar las cosas trascendentes, ayudada por mates que van de boca en boca o por un rico vino que conjura el silencio.
Y pienso: proclamo la amistad de mis mujeres como lo único que no puede faltarme en esta vida. No esa amistad de cartón piedra que venden algunas revistas femeninas. No la de caritas felices y alienadas, de estereotipos y consumos que encadenan, de princesitas de bótox y ejecutivas abnegadas.
Proclamo la necesidad imperiosa de multiplicar las amistades como las que gozo yo. Amistades con ovarios, con una fuerza que se potencia en cada encuentro, amistades con mujeres de carne y hueso, en carne viva, descarnadas, valientes, sinceras, bellas porque ríen, porque escuchan, porque luchan.
Amistades que no departen sobre descuentos en el shopping. Amistades despeinadas que se las ingenian en cada encuentro para seguir interrogándose sobre el sentido de todo. Amistades existenciales, políticas, combativas, epicúreas, en las que cada encuentro es búsqueda, es bucear lúcidas hasta el fondo y superar la angustia y el dolor a fuerza de catárticas carcajadas.
Amistades que huyen del encierro y prefieren los espacios compartidos, la luz del sol, el aire libre, el pasto. Con hormigas o sin. Con parejas o sin. Con hijxs o sin.
Amistades que te bancan mientras esperás que tu hijo salga del quirófano y que se bancan cualquier crítica porque la saben bienlechosa. Amistades bien rexonas, que no te abandonan jamás, que no ponen condiciones a su estar, que te permiten desplegar una libertad de conciencia total porque no extorsionan ni manipulan sino que ponen sus cabezas y corazones al servicio de un análisis más profundo, de una reflexión colectiva que se retroalimente de matices y nos haga mejores y más sabias.
Y recuerdo esa tarde que nos pasamos horas en vilo leyendo El mito de Sísifo como si fuese la novela de la tele.
Amistades que te atraviesan y te definen.
Que me falte cualquier cosa pero que nunca jamás me falten ustedes, amadas, amigas.
*Traductora de alemán
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